C A P I T U L O 5

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Blake

Las clases se suspendieron ese lunes. El shock había invadido el pueblo. No la conocía, pero al parecer Roberts sí. Se puso a llorar en silencio, creo que más que por la pérdida de alguien, por pensar en las consecuencias. Porque sus padres habían perdido a su hija, porque no era una mala chica, porque era simpática, porque no se lo merecía, porque tenía un futuro por delante y apenas tenía diecisiete años. Veronica lloraba por todo eso.

Desde mi taquilla vi cómo hablaba con tres chicas. Se notaban tristes, más incluso que ella. Porque, a pesar de todo, no era su amiga, no lamentaba la pérdida de su cariño, lamentaba la pérdida de su futuro. Minutos después, terminó de hablar con ellas y fue hacia su taquilla, Veronica giró su candado hasta abrirlo y sacó su archivador de flores rosa.

Decidí acercarme, agarrando con una mano la correa de la mochila.

—¿Estás bien? —Roberts se pasó el pelo tras la oreja y levantó la mirada hacia mí, volviendo a su taquilla para buscar sus libros.

—Bueno... He estado mejor. Después del ataque de ansiedad y de dormir con mi hermano porque me daba miedo dormir sola... Estoy bien. —Asintió encogiéndose de hombros. —¿Y tú? —Suspiré.

—Me estuvieron interrogando una hora, y luego registraron toda mi casa. —Me acerqué a ella un poco más. —Incluso en mi habitación.

—Si es un registro es normal que revisen toda la casa, Blake. —Rodé los ojos y me humedecí los labios.

—Encontraron una caja de condones en mi habitación, fue horroroso. —Cerró la puerta de la taquilla y abrazó el archivador y el libro contra su pecho. Frunció el ceño y ladeó la cabeza.

—¿Para qué quieres tú una caja de condones?

—Se cogen infecciones acostándote con chicas también, ¿sabes? Y más si no las conoces. —Me apoyé con el hombro en las taquillas.

—¿Es siempre así? —Ni siquiera supe a qué se refería, pero supuse que era a lo del sexo.

—Si es tu pareja no tienes por qué usarlo, pero con gente ajena claro que sí. —Sacudió la cabeza e hizo una mueca de asco, negando rápidamente.

—¡No! Me refiero a la gente... Si... —Bajó la voz y miró a su alrededor. —Siempre están cuchicheando, o es sólo hoy... Por...

—Es siempre. —Respondí seria, incorporándome de la taquilla al ver que el director se dirigía hacia nosotras por el pasillo.

—Señorita Roberts, Danvers, el inspector de policía quiere veros.

Veronica y yo nos miramos, y caminamos detrás del director Rogers en dirección a su despacho. Me tocó la mano con un dedo para llamarme, algo tímida, y con la mirada me preguntó qué pasaba. Yo me encogí de hombros.

—Sentaos, sentaos. Soy el inspector de policía Abrams. —Dejé la mochila en el suelo, justo al lado de mi silla, y me apoyé en los reposabrazos. Veronica se cruzó de piernas y puso las dos manos encima de su rodilla. Yo, mientras, movía la pierna algo nerviosa, hasta que paré. —Quiero haceros algunas preguntas sobre Abbie Eckmann. —Asentí levemente.

—Lo que sea, inspector. —Veronica estaba algo preocupada y se inclinó hacia adelante, mirándolo a él.

—Fueron ustedes las que encontraron su cuerpo, ¿cierto? —Asentimos, y él se apoyó en el escritorio del director, que se mantenía a un lado. —¿Vieron algo?

—Bueno... —Empecé yo, y Veronica asintió para dejarme hablar. —Yo estaba con ella. Roberts había salido al embarcadero porque no conocía a nadie y no se sentía muy cómoda en la fiesta, así que yo fui con Roberts poco después y me senté a su lado. Hablamos durante un rato, y luego, ella me dijo que había algo en el agua. Me levanté y lo miré con ella, pero al principio no vi nada, hasta que el cuerpo de Abbie salió de debajo del embarcadero.

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