Nuevo Lugar

48 7 2
                                    



Desde aquel día en que Scott tomo la decisión de sacar a la joven del lugar frio y silencioso donde había pasado parte de sus días y traerla a un lugar donde se experimentaba de manera más vívida el castigo a personas como ella, no con trastornos sino con actitudes criminales. Estaba delgada y ausente, pensativa, sus ojos recorrían todo el lugar, sus pies blancos y fríos eran su soporte al estar de pie en aquel tenebroso lugar, rodeada de cuatro deprimentes paredes maltrechas. Estaba encerrada sola, algunas veces escuchaba gritos, esta vez no desquiciados ni de locura como los del lugar donde estada anteriormente, estos eran de suplicas, imploraban por su libertad. Ella tenía muy en claro que esas suplicas por un poco de clemencia no les corresponderían nunca a ella.

Sentada sobre el suelo gris, bordeando con sus delgados brazos sus rodillas y apoyando su frente y todo el peso de su nuca sobre el soporte de sus brazos, la chica respiraba agitadamente, restregaba su cara, miraba incesantemente el lugar buscando tan solo un rayo de luz. Estaba tan reprimida, no había nadie presente impidiéndole salir, tan solo paredes de concreto bien compactadas y almas deambulando en pena. Parecía que ni encerrada podría tener paz.

Cada vez que Scott iba a darle una visita para nada amigable, ella lo miraba a los ojos y leía lo que él quería ocultar, tenía la impresionante capacidad de ver mas allá de lo que querían mostrar, distinguir el brillo o ausencia de este en los ojos, sabia reconocer la maldad y el odio, pues ella siempre miro el reflejo de sus grandes ojos grisáceos en el espejo, pero sobre todo sabia reconocer la pena y el dolor, esa mirada que muchos le dieron por años y que seguramente si la vuelven a ver se convertirán en fuego vivo.

El oficial solo entraba a su cuarto, tomaba una silla de metal liviana que siempre lo esperaba en la esquina inferior derecha de la habitación. Se sentaba con su pecho recostado sobre el espaldar del asiento, al inicio se sentaba expectante, tratando de intimidad a la joven pero se le había hecho imposible. 

Ella jugaba con él, aunque en el fondo no tenía ganas, solo lo hacía por complacerlo, veía la situación similar al amo y su carrocho, el adulto está muy cansado y no quiere jugar pero el espíritu guerrero incansable del cachorro insiste. Su dueño lo complace.

La postura y actitud de Scott cada día era más ligera, el no decía nada pero ella se daba cuenta, pero nunca estaba confiada, ella había acabado con la vida de su única y adorada hija, Samanta. Ella sabía que él la haría pagar por aquello, que había cambiado de jefatura policial tan solo para acabar con el asesino de su hija. 

Ya la había encontrado, era ella, y tenía muy claro lo que en lo profundo de su alma Scott quería hacerle y eso la joven se lo agradecía.


CHARLOTTE - Porque La Sangre También Es ArteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz