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      —Jo, ¿qué te parece si vamos a la playa? Los chicos harán una fiesta con fogata y todo —preguntó su primo, sentándose en donde había estado Jofiel momentos antes.

—¿Los chicos? —Ella estaba al tanto de qué clase de personas eran, y no estaba muy segura de ir—. ¿A cuáles chicos te refieres?

—Chris, Bobby, Gus... —Las mismas larvas de siempre—. Y otros que no conoces. Van a tocar algunas canciones.

—No sé.

—Anda, te vas a divertir. Te prometo que si alguno enloquece te llevo a tu casa. —Trató de convencerla con esa sonrisa despreocupada suya— ¡Porfissssss!

Claro, ahora que Verónica ya no formaba parte de su vida, Jo pasaba a ocupar su lugar, instantáneamente. No sonaba tan mal, aunque él la arrastraría consigo a todas partes. Tenía que conseguirse una novia de verdad.

—¡Está bien! —accedió.

—¡Súper! Deja que les telefonee. —Salió a hablar afuera. ¿Acaso no quería que le oyeran?

Ben estaba en un rincón de la cocina, aparentemente regañando a Jofiel por haberlo dejado solo a mitad del juego. Al ángel parecía no afectarle lo que le estaba diciendo su viejo amigo. Tenía cara de aburrido y bostezaba a cada rato. Cada tanto, miraba a Joanna y le hacía caras graciosas.

—Ya era hora de que perdieras, viejo —le dijo al anciano—. O de que ganaras por mérito propio.

—¿Pero qué clase de ángel eres?

—Uno al que le encanta ver cómo te vencen en tu propio juego. Además, no debería ayudarte a hacer trampas. No está bien. Resulta que soy un ángel —le aclaró.

—¿Y desde cuándo te importa eso? Me has ayudado a ganar desde hace más de cincuenta años. ¿Se te dio por hacerte el moral ahora?

—Era tiempo de que aprendieras a jugar por ti mismo —respondió el muchacho, encogiéndose de hombros—. Más vale tarde que nunca. Se supone que no debería ayudarte a hacer esas cosas —y rió—. Me estás llevando por mal camino y lo sabes.

—¿Mal camino? Pero si fuiste tú quien me propuso ganar haciendo trampas, Jof. ¿O ya se te olvidó? Tú eres quien me ha llevado por ese camino a mí, un inocente muchacho de pueblo. Debería darte vergüenza... ¡una criatura celestial!

Joanna los escuchaba discutir, divertida.

—¿Siempre pelean así?

—No. No siempre. Solamente cuando diferimos en ciertas opiniones —le explicó el viejo, viendo a su amigo con cara de enojo.

—O sea, la mayoría del tiempo. La suerte de que puedas verme es que ya no podrá torcer mis palabras a su conveniencia —contestó el ángel, mirando a Ben con desconfianza.

—Ja ja —exclamó el abuelo de la chica, dirigiéndose al comedor—. Los dejó continuar con su charla. Si quieres ve a la fiesta, Jof, después de todo, la prefieres a ella antes que a mí. ¿O me equivoco? —Ninguno pudo ver su expresión, por suerte. Su voz mostraba un poco de celos.

—¿En serio puedo ir? —preguntó con entusiasmo el joven, pegando un alto. Sus alas se agitaron.

—Sí. Creo que te lo has ganado. Ya debes estar cansado de tantos años hablando solo conmigo. Cambiar un poco de ambiente te hará bien. Además, quiero que Jo esté acompañada. ¿Quién más confiable que tú para esa tarea? —Esa sugerencia le había sonado a Jo con doble intención—. Por lo que he oído, los amigos de Evan no son ningún pan de Dios. Sin mencionar al otro que la sigue.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora