10

13.9K 1K 113
                                    

      La mañana estaba extrañamente silenciosa. Nada despertó a Jo, ni siquiera el habitual ruido del vecino de arriba.

      ─Qué extraño ─se dijo.

      Había dormido estupendamente bien, probablemente, debido a la presencia de Dante, quien no se separó de su lado en toda la noche. Ella lo sabía porque había despertado un par de veces, y lo había visto, contemplándola de manera pacífica. Era un demonio, pero se comportaba cono un ángel. Un dulce ángel de la guarda.

      Ya no podía verlo, quizás debido a la presencia del sol.

      ─¡Cómo quisiera que fuera siempre de noche! ─se quejó.

      Pero después se percató de que él continuaba a su lado. No podía verlo, pero lo sentía. Sabía cuando él la dejaba sola, porque experimentaba un enorme vacío en su interior. ¿A qué se debería aquello?

      Miró por la ventana. Era un jueves soleado, pero no hacía demasiado calor. Violeta no estaba. Generalmente, los jueves salía con sus otras amigas. Muchas veces le había preguntado si querría acompañarla, pero Jo no se sentía cómoda con esas cosas paranormales. Bueno, no antes.

      Era temprano, pero no tenía sueño así que decidió, después de un desayuno abundante, salir a caminar por el parque. Posiblemente allí se encontraría con Evan y su abuelo. Ellos solían aparecerse por allí algunas mañanas para jugar al ajedrez. Por supuesto que el abuelo masacraba a su primo sin piedad, pero en algún momento debía ser vencido. El chico se había propuesto derrotarlo, así que cada vez que el viejo lo desafiaba a una partida, él no se negaba. Llevaba años tratando de ganar.

      Benjamin era un hombre interesante. No aparentaba la edad que tenía y siempre estaba en busca de la novedad. Le encantaba la gente joven, con los que trataba de encajar, a su manera. Evan parecía llevarse muy bien con él, a pesar de todas las que le había hecho pasar. Eran muy unidos.

      Aunque pareciera un muchacho superficial, le encantaba pasar tiempo con su familia. A Joanna le constaba. Estuviera o no ocupado, no dejaba de visitarla. Ella renegaba constantemente, pero, en el fondo le gustaba tenerlo cerca. Era el hermano que nunca había tenido. No como su prima Brenda, que ni siquiera se dignaba a llamarla por teléfono. Ni siquiera hablaba con su hermano desde que había casado con un importante empresario. Ahora se hallaba viviendo en París y disfrutando de la buena vida. ¿Para qué necesitaba a su familia, si tenía un ejército de sirvientes?

      En fin, Joanna y Evan eran mucho más que primos. Eran amigos y por eso no podían separarse por más de tres días.

      Debido a un pequeño problema de salud que preocupaba a sus amigos y parientes, se estaba tomando un año de descanso antes de comenzar con sus estudios universitarios. Tiempo de sobra para que ella se recuperara. Ni que fuese tan grave. Todavía recordaba al médico diciéndole a su madre: Su hija tiene una enfermedad cardíaca llamada "miocardiopatía hipertrófica". ¿Qué rayos significaba eso?Prefería no averiguarlo. La cosa era que siempre todos andaban revoloteando a su alrededor, vigilándola, porque decían que no se cuidaba lo suficiente. Ella se sentía bien, salvo en algunas ocasiones cuando sentía una pequeña molestia en el pecho o le agarraban aquellas horribles crisis de ansiedad. El tiempo restante, prefería ignorar los hechos y ser feliz.

      Eran las diez de la mañana y el parque estaba atestado de gente. ¿Podría ser capaz de encontrar un rostro conocido?

      Caminó hacia donde estaban las mesas de ajedrez. Allí se juntaba su abuelo con algunos amigos para hacer pequeños torneos de vez en cuando. El premio solía ser siempre un reloj, por lo que la habitación de Benjamin parecía una relojería. Lo bueno era que no gastaba un centavo a la hora de hacer regalos de Navidad.

El ángel de la oscuridadWhere stories live. Discover now