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      Jo despertó a eso de las diez. No porque escuchara ruidos molestos, sino porque estaba muerta de hambre. La preocupación por Jofiel no la había dejado comer mucho la noche anterior. Ahora, su estómago estaba tomando revancha.

Se levantó, medio dormida, y salió de su habitación. La casa estaba silenciosa. Al parecer, nadie se había levantado aún.

—Por primera vez en la historia, soy la que se levanta más temprano. —Rió.

Pasó arrastrando pesadamente los pies por el pasillo y algo la detuvo a mitad de camino.

—¡No lo puedo creer! Dante ¿Estás viendo lo mismo que yo? —Se restregó los ojos.

Sí.

Evan estaba durmiendo a pierna suelta en la cama de Violeta. Su cabeza colgaba hacia abajo de uno de los lados de la cama y estaba atravesado, con los brazos abiertos. Ella estaba acurrucada, en el poco espacio que quedaba. Jo los miró con la boca abierta a más no poder. Creyó que estaba soñando. ¿En qué universo pasaría algo como eso? La música de The twilight zone sonó en su cabeza.

Jo, no deberías quedarte viéndolos así. Al menos, cierra la boca. Se rió el demonio, desde alguna parte.

La muchacha le hizo caso y retomó el paso hasta la cocina. No era ninguna mirona.

—Me pregunto si habrá pasado algo entre ellos anoche. Si sabes algo, no me lo digas, por favor. Necesitaría un psicólogo.

Sélo mismo que tú. Estaba contigo anoche. Además, estoy seguro de que ella te lodirá todo. Así que...

Alguien golpeó la puerta, suavemente.

—Me pregunto quién será, tan temprano.

¿Temprano? Son las diez.

—¡Shhhh! —Lo calló, mientras sacudía las manos como espantando moscas. Todavía no estaba lo suficientemente lúcida como para ponerse a discutir acerca de horarios.

Abrió. Era el buen vecino de arriba. Ella se le quedó mirando con cara de nada.

—Muy buenos días, Jo —dijo el muchacho, sonriendo y entrando como pancho por su casa, viendo que la muchacha se quedó parada como una zombi. El viejo y apático Chris ya no existía. Se había convertido en un sonriente muchacho con olor fresas y chocolate.

—Hola.

—Uyyy ¡qué cara! No me digas: recién te levantas.

—Ajá. —Ella bostezó y se dirigió a la cocina para encender la cafetera. Necesitaba mucha cafeína si quería entender lo que él decía. Por lo general, era Violeta la que preparaba el café, así que tardó un buen rato en hacer uno que pudiera tomar sin morir del asco.

El chico la siguió para ver lo que hacía y se instaló en una de las sillas de la cocina.

—¿Y Evan? ¿Sigue vivo después del accidente de ayer? —preguntó él, después de que ella hubiera tomado la primer taza del extraño brebaje.

—Aparentemente. —Ella se movía con torpeza, porque aún continuaba dormida.

—¿Por qué no te sientas? Se nota claramente que no estás en condiciones de preparar nada decente. —Le hizo una seña para que ocupase una silla—. Yo te prepararé algo.

—¿Tú? —Jo mostró algo de escepticismo.

¿Él sabía cocinar?

—Sí. Yo. Resulta que soy todo un gourmet.

El ángel de la oscuridadOù les histoires vivent. Découvrez maintenant