Increíble pero...

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En la casa Sakunosuke se vivía una lucha de poder, y no era entre el profesor y el fiscal. Esa lucha hacía mucho que la había ganado, sin siquiera esforzarse, Ango. Lo que él dijera se acataba, o al menos fue así hasta la llegada de un rival digno, que lo hizo sudar frío y gruñir con los puños apretados, cuando la derrota, además de inminente, se tornó humillante. Y es que, ¿cómo no podía resultar humillante perder ante menos de un kilo de pelo, pulgas y maullidos?

Exageraba al contar a las pulgas -para ser justo-, los niños se encargaron, junto con Oda, del problema. No obstante, el resto seguía clavándole las garritas en el orgullo, y hay que aclarar que no sólo porque se retó y echó por tierra su negativa de tener a Dazai en casa. Había más...

Dijo que el gato no entraba, y el gato entró.

Dijo que sería por unos días, en lo que se recuperaba del ataque de los gatos callejeros... y el granuja se había ovillado tan despreocupado en el corazón de la familia, que extirparlo, agarrado cual garrapata de la calma del hogar, con los niños y Oda encantados; se perfilaba como una tarea cada día más imposible.

Dijo que no saldría, para evitar que trajera bichos a casa o se peleara de nuevo con otros gatos; y era el primero en abrirle la puerta para que entrara o saliera a placer, porque el desgraciado no paraba de maullar hasta que lo hiciera.

¿Alguna vez han sido víctimas de la insistencia de un gato?, los malditos son capaces de recostarse frente a la puerta, cómodamente, sin ninguna dolor ni pena, y chillar peor que si los estuvieran torturando, en huelga que se acaba exclusivamente con su victoria. Y un gato tiene buen pulmón y resistencia. Puede empezar a maullar a las 3 de la mañana, y terminar con las luces del amanecer. Para el gato no es un problema. Para los humanos, para Ango, de sueño ligero, lo era. Por eso el gato ganaba.

Ango prohibió que Dazai subiera a los muebles; y Dazai dormía y saltaba en los sillones y mesas.

Dijo que Dazai no debía entrar a las habitaciones de los niños, menos estar en sus camas; y de algún modo el gato amanecía dominando la mitad de cualquiera de las tres camas, con los pequeños haciéndole fiesta.

Él decía, y Dazai hacía su voluntad.

La lucha de poder que se vivía en la casa Sakunosuke, era entre Ango y el gato.

Consciente de ir ganando, Dazai entró en la sala, se subió al sillón, acercándose al fiscal y se restregó en su muslo. Bostezó y durmió, haciendo caso omiso de la indignación del humano, del líder que se veía descaradamente desplazado de su supremacía.

El humano decía y él lo ignoraba.

. . .

Notas:

Ya sé que quieren que aparezca Chuuya, pero todo va a su tiempo. Además de que es importante saber que, una vez un gato entra a tu casa, ya no eres el dueño de esta. Es una lección que se aprende a la mala.

Historia de un GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora