En la oscuridad de la noche...

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Un terrible peso interrumpió su sueño. Medio inconsciente, aturdido y aterrorizado por la presión que amenazaba su respiración, quiso saber qué lo estaba aplastando. Inspiró profundo, el pánico y el torrente de pensamientos consolidándose en un chispazo de voluntad. Se movió... ¡Dientes atacaron su cabeza!

Abrió los ojos.

Encima suyo descansaba una sombra de tonos claros resaltando en la oscuridad, con dos afilados puntos molestos y dorados fulgurando que decía: "las camas no se mueven". Altivo, el monarca del hogar, Dazai, que había ganado unos kilitos extra gracias a los niños, saltó al suelo liberando la respiración de Oda.

Sentado en la cama, su esposo sumido en el sueño profundo del cansancio, el profesor pasó una mano por sus cabellos tocando donde el gato encajó colmillos en reprimenda por haber importunado su reposo. Por lo visto el minino pensó que esa noche fría lo mejor era usarlo de cama, y como ya no era una ligera pluma sino algo más parecido a un sumo con bigotes, le cortó el ingreso de oxígeno.

Suspiró, notando que Chuuya deshacía el ovillo formado a sus pies, siguiendo a su pareja.

Se sentía culpable y era consciente de lo irracional de tal emoción. Quien estaba en su derecho de enojarse era él, por el susto; y, aun así, volvió a recostarse pensando en que al amanecer les serviría el pate preferido de ambos en el desayuno. Compensación innecesaria que haría rabiar a Ango.

Dazai bostezó en el sillón, las patas plegadas bajo su rechoncho cuerpo. Chuuya lo alcanzó de un ágil salto. El calicó se acomodó a su lado. Pese a la calefacción de la casa, el frío se colaba por la imagen nevada del exterior atravesando los cristales de la puerta al patio. Estar juntos ayudaba a contrarrestar la sensación de congelamiento que les subía de las patas a las orejas.

—¿Has pensado en lo que te dije? —preguntó Dazai lamiendo la mejilla de Chuuya en tierno mimo.

—Sí —respondió tras unos segundos, restregando la cabeza en el costado contrario—. Y quiero hacerlo.

Complacido, Dazai movió la cola.

—Bien. Entonces a partir de mañana ejecutaremos el plan.

La duda le recorrió el lomo a Chuuya. Regresar a ese sitio, pensó intentando imaginarse de vuelta en el sucio asfalto. Decenas de garras le atenazaron el estómago. Las garras de a quienes traicionó por amor.

Valdrá la pena, se dijo tembloroso, hundiendo el hocico en el pelaje de su compañero, quien no tardó en ofrecerle seguridad en un dulce ronroneo.

. . .

Notas:

A partir de ahora podremos empezar a conocer la historia de nuestros pequeños y el rumbo por el que se aventurarán rumbo al final.

Disculpen el retraso, pero estas fechas se me han complicado mucho. Sumado a eso, en estas épocas de frío extraño mucho a mis gatos, incluso esa vez en que —como a Oda— mi condenado gato gordo me usó de cama en plena madrugada y se enojó conmigo por moverme, sin importarle el bendito susto que me pegó, regañándome con una mordida. Precioso gato mi Bon.

Me despido aprovechando para desearles una FELIZ NAVIDAD.

Historia de un GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora