El asunto del día es que...

3.9K 561 150
                                    

Dazai se había comportado extraño por semanas. El pequeño dictador salía a primera hora, tras embutirse el plato de comida y robar un extra, la cola bien en alto; y regresaba a la noche, el pelaje lleno de ramitas, hojas y tierra. Cenaba, se bañaba y se metía a la cama. Buen amo y señor al que poco le importaba la opinión de sus humanos o sus quejas.

-¡Va a traer pulgas! -despotricó una tarde Ango contra Oda, como si este pudiera controlar de algún modo la rebeldía de su hijo peludo.

-Tiene el collar -contestó el maestro en un claro resbalón que le valió una mirada violenta de su esposo. Obviamente sabía que traía el collar. Las pulgas no eran su preocupación real-. Debería llevarlo al veterinario y ver si con -usando el índice y el medio simuló unas tijeras: castración-... "eso", se le pasa.

Ango frunció el ceño.

-¿Esa es tu solución?, ¿traumarlo y evitar que tenga familia?

-A mí me están traumando -murmuró. Lo lamentó enseguida. El fiscal tenía oído fino-. Me refiero a que puede ser parte de su desarrollo. Tengo entendido que los gatos, a cierta edad, hacen... "cosas"...

A Ango no le agradaban las explicaciones a medias, y menos aún las ambiguas.

-¿Qué "cosas"? -comprendía a cuales se refería, mas no iba a permitir que en esa casa se dieran declaraciones vagas.

-¡Papis!, ¡los gatos se están peleando! -el grito, dado por Sakura, provino de la puerta del frente.

Usando esa basa de escape, Oda huyó a donde su hija, al tiempo que un agudo quejido felino se esparció por el hogar.

El fiscal gruñó para sí, una mano en la sien, lamentándose: Dazai, el hijo rebelde que nunca esperó tener.

-¡Cariño! -Oda lo llamó desde el lugar de los hechos-, me preguntabas qué "cosas", ¿cierto?

Acercándose, adivinó que no le iba a gustar su respuesta:

-Pues esta clase de "cosas".

Y así fue.

De pie en la entrada su esposo le tapaba los ojos a Sakura, mientras Dazai hacía los menesteres de la naturaleza y el amor a una preciosa gatita calicó. Una criatura de reluciente pelaje blanco con manchones rojizos a los costados de la cabeza, en la punta de las orejas el remate oscuro semejante a un sombrero, y una extensión negra que se le ceñía al cuerpo en un chalequito. De facciones delicadas y bufidos dulces.

-¡Como cuando nuestros papás pelean en su cuarto! -soltó a todo pulmón Yu, acudiendo del patio trasero junto a sus demás hermanos a ver lo que sucedía.

Las miradas retadoras de un par de señoras cargadas con las bolsas del mandado, hicieron que Ango se colorara hasta marearse.

Jamás pensó que una de sus más grandes vergüenzas sería culpa de las hormonas de su gato.

. . .

Notas:

Ango está resultando la fiel copia de mi madre con mis gatos, y sí, por si se lo preguntan, así fue como Bon nos presentó a Dui.

-

Historia de un GatoWhere stories live. Discover now