Disfrutando de la calma...

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Chuuya se arrebujó en el pecho de Oda, quien, de costado, pasaba las páginas de un libro y lo acariciaba distraído. El parsimonioso andar de los dedos sobre su pelaje acompañó la paz en la habitación junto con el chillido de la aspiradora en el cuarto contiguo, activando su ronroneo.

Tan a gusto estaba, tan relajado y seguro, que en dado momento se giró ofreciendo su estómago.

El profesor se volvió hacia él y sonrió comprendiendo el significado e importancia del gesto. Absoluta confianza, familiaridad, eso decía su estómago al descubierto y dispuesto a ser mimado.

Los grandes dedos del humano acariciaron la porción cálida y desprotegida, hasta que la puerta de la habitación se abrió de golpe. Las caricias cesaron. Un silencio incomodo se instauró en el ambiente mutando en culpa.

—Dazai —farfulló Oda enderezándose, haciendo que el calicó se levantara para ver a su pareja, que los observaba silencioso en el marco de la entrada.

Altanero, con un aire herido, Dazai se retiró, Chuuya yendo detrás suyo a maullido desesperado.

—¿Qué pasó? —preguntó Ango entrando, la aspiradora en manos.

—¿Qué tan tonto es sentirme como si me hubieran encontrado en medio de una infidelidad?

—¿Dazai te vio haciéndole cariñitos a Chuuya?

Oda asintió.

—Demasiado tonto —respondió el fiscal aguantando la risa.

Abajo, en la cocina, Dazai tuvo que detenerse al ser adelantado de un salto por Chuuya, quien impidió que se fuera por la trampilla de gatos.

—No era lo que parecía —afirmó Chuuya avanzando una pata en dirección a su compañero.

—Interesante. Porque me pareció muy claro que dejabas que ese humano —se refirió a Oda en tono dolido, casi traicionado— te tocara a la ligera. Te veías feliz.

—¿Vas a empezar a ponerte celoso?, porque si a esas vamos, anoche estabas igual con los pequeños.

Aludido, Dazai movió la cola abanicando el tema. Rodeó a su pareja y salió a la tarde fresca de enero.

—Vamos, tenemos que continuar buscándolos.

Suspirando cansado, Chuuya lo siguió.

—Cerebro de ratón celoso —gruñó en voz baja y divertido, ignorando la inquietud que venía con cada incursión en los callejones.

Chuuya aprendió a tolerar los recuerdos en favor de su objetivo. Aun así, al abandonar el calor de su hogar, internándose en los recovecos de Yokohama, los fantasmas del hambre y el frío lo perseguían gimiéndole en las orejas. Y si eso no bastaba para encresparle el lomo, la sensación de ser observado por quienes dejó, le atería las patas. Recuerdos penosos y terribles, arrepentimientos muy a pesar de la victoria.

Apartó la inquietud del pasado —o al menos lo intentó— concentrándose en olfatear el aire.

—Tienen que estar aquí —apuntó Dazai sujeto a una certeza estratégica, no vacía—. La colonia de gatos cambia constantemente su guarida, pero no se atreverían a aventurarse más allá de su territorio.

—Se arriesgarían en vano a ser atacados por otras colonias —agregó Chuuya, diferenciando los aromas entrelazados que le llegaban.

—¿Ozaki lo permitirá? —cuestionó repentinamente Dazai, más curioso que preocupado.

—Lo hará —la mirada de Chuuya se cargó de ilusión en un destello triunfante— ¡Los encontré!

—Por allá —Dazai señaló risueño una de las callejuelas entre edificios.

Había advertido el aroma de su objetivo apenas entraron en la zona. Permitir que Chuuya lo descubriera por su cuenta, esperaba le diera la oportunidad de recobrar la fe que tendría que imponerse sobre el terror, permitiéndole luchar de ser necesario:

—Es hora.

. . .

Notas:

De nuevo disculpen por la tardanza, pero por fin creo que podré retomar mi ritmo. Esta semana logré adelantar algunos capítulos, así que parece que podré ser constante encaminándome al final (que se va acercando).

Este capítulo en particular fue muy divertido para mi porque... sí, me tocó vivir la escena de Oda completa.

Gracias por su apoyo. Nos leemos en el siguiente capítulo... y feliz 2018 (tarde, pero con mucho cariño se los deseo).

Historia de un GatoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant