Como lo imaginó Dazai...

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El callejón se atestó de bufidos, lomos encrespados y garras desenvainadas, colas y orejas en alto, en cuanto los gatos apostados en los aleros de los edificios, resguardando el sitio ignorado por los humanos —hogar de los callejeros—, dieron la alerta de intrusos.

Chuuya contuvo el aliento esforzándose por mantenerse sereno e impasible, mas era evidente que volver con quienes una vez consideró "familia", pese al hambre y el dolor que una colonia de gatos conlleva, era más difícil de lo que cualquiera de los dos pudo prever.

—Todo saldrá bien —dijo Dazai al detenerse, susurrándole a la oreja e ignorando a los que acudían a su encuentro por detrás y el frente—. Confía en mí.

El calicó titubeó. No lo culpaba. Hacia meses le pidió lo mismo y poco después lo abandonó a su suerte. Un plan para sacarlo de las calles, y aun así se trató de un movimiento que Chuuya resintió como traición y tardó en perdonarle.

Polos opuestos. Uno emocional, el otro rozando en lo calculador. El cómo surgió la necesidad y el sentimiento de estar juntos era un misterio, de la misma forma que lo era el cómo es qué seguían anhelando la compañía mutua.

Delante de la hermosa gata blanca de pelaje largo —Ozaki— que apareció, imponiéndose al resto, Dazai recordó sus días en la calle.

Único sobreviviente de la masacre que se llevó a su madre y sus hermanos, aterrado por la soledad y acuciado por el hambre, vagó tambaleante a causa de la debilidad. Intentó alimentarse, inexperto para cazar, muy pequeño y enclenque para obtener presas decentes, demasiado mugroso e insignificante para que un humano lo considerara de manera distinta al asco.

Si no pereció fue gracias a renunciar a la idea de dar con una mano amiga, que lo protegiera de las inclemencias de ser un gatito huérfano. Al hacerlo se obligó a hallar el modo de subsistir, decidiendo que la mejor manera era quedándose en un hogar humano. Tardó semanas en encontrar el ideal: una familia sin lazos de sangre, que por consiguiente debía entender la agonía de no pertenecer a ningún sitio. Una familia construida de los restos de otras.

El trazar el plan lo llevó a con los Sakunosuke y su persistente ambiciosa a quedarse, y aunque jamás lo admitiría, hubo esperanza en cuanto los vio.

A Chuuya no le agradaba su lado frío, el que le permitió sobrevivir, pero lo aceptaba, como aceptaba que delante de Ozaki tenía que confiar en él para lograr su objetivo.

—Sabes a lo que vengo —dijo firme y retador.

—¿Lo sé? —cuestionó duramente Ozaki, un gruñido secundándola.

—¿Realmente quieres hacerlo aquí? —preguntó al acercarse a la gata, ignorando el alzar de guardias general—, porque sin problemas puedo hablar sobre ellos y rebelar su existencia a los seguidores de Mori.

La gata tembló de furia y pánico a la mención del líder de la colonia.

—¡Basta, Dazai! —Chuuya lo apartó a un suave empujón, interponiéndose entre ambos—, Hermana —bajó la mirada, apenado—, no hablemos aquí, por favor.

A la gata no pareció quedarle más opción que, ante el ruego y acorralada por la amenaza, ceder a la petición. Indicó a los demás gatos que permanecieran en sus puestos y, pese a la renuencia de sus compañeros, salió de la guarida de la comunidad con un minino casero y un traidor.

. . .

Nota:

A partir del siguiente capítulo comienza la cuenta regresiva para el final, y descuiden, ya están todos los capítulos faltantes escritos, así que, si la suerte me acompaña, no habrá retrasos en las actualizaciones (es más, puede que actualice antes).

Si algo de mis gatos quedó reflejado en este capítulo fue, en Dazai, el hecho de que por muy casero que fuera el condenado, se imponía sobre los demás gatos callejeros que rondaban su territorio y anexos. Él era el rey indiscutible, una bendita pantera a la que ningún gato se atrevía a retar. Su voluntad era ley... dentro y fuera de casa, a decir verdad.

Historia de un GatoNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ