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Capítulo 1

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Blair recargó la suela de sus tacones altos contra la puerta del baño, el espacio era tan pequeño y ella tan alta que podía flexionar sus piernas y abrazarlas con solo sentarse sobre la tapa y recostar su espalda sobre en el tanque.

Era patético. Ella era patética. Era el primer día, pero se sentía como el fin del mundo. Ahora todos amaban a Lucy. Todos querían estar con ella. ¿Pero qué pasaba con la pobre Blair? Estaba sola, tan sola que podía escucharse a ella misma pensar, y eso le desagradaba.

Normalmente ella daba las órdenes, su naturaleza era mandona, ahora, ¿A quién iban las ordenes? No había nadie a quien dárselas, a menos que llevara a su jardinero al instituto, y eso solo si le daba dinero para mantenerlo feliz. Estaba vacía. Su vida siempre se había basado en la popularidad. Ella había sido popular desde su nacimiento. En el retén era la bebita más bonita y querida, en el kindergarten los niños se formaban para prestarle sus crayones, en la primaria era la princesa de las flores y la virgen María en cada pesebre y en la secundaria, bueno, había sido la chica más caliente, la reina del baile, la más deseada e imitada... hasta que la profecía de La Nerd se cumplió y todo se vino abajo.

Entonces, se encontraba allí, llorando sobre la leche derramada. Su vida no era nada. Ella no era nada. Era exactamente lo que había criticado toda su existencia: Una perdedora.

Oyó la puerta rechinar al abrirse y luego el sonido de unos zapatos de goma estrellarse contra el piso parcialmente pulido, con una leve diferencia al caminar, como si la persona estuviera cojeando.

A Blair ya no le importaba quien estuviera escuchándola sollozar. Ella ahora era tan invisible como una vez lo fue Lucy Stevens. Y ella lo tenía bien merecido. Ahora estaba probando una cucharada de su propia medicina. Y vaya que había personas que estaban agradecidas con ello.

Oyó a la persona carraspear. Como si fuera a decir algo pero no supiera cómo empezar. Entonces ella paró de llorar.

—Um... ¿Rain? —Una voz femenina, algo aguda pronunció su apellido.

— ¿Quién la busca? —Habló con dificultad. Su garganta dolía de tanto lloriquear.

—Ah, soy Hannah Green... el profesor de Hudson me envió por ti. Está... bueno, preocupado. Pensamos que te estabas suicidando. —Blair puso sus ojos azules en blanco y bajó sus pies, haciendo sonar la suela de sus tacones rojos contra la cerámica del baño. Extendió su mano y soltó el seguro abriendo la puerta.

—No me estoy suicidando. —Ella aun permanecía recostada contra el tanque del escusado.

—Oh. —Una chica pelirroja, que escondía su largo y despeinado cabello bajo un gorro que decía "Bad Hair day" y un jersey negro se volteó a verla. Una expresión de burla se extendió por su cara de tez pálida y pecas esparcidas por esta, desde la nariz hasta los pómulos.

—Me alegro de que te parezca gracioso. —La rubia sonrió amargamente brindándole una mirada vacía.

—No es eso. —Se encogió de hombros tranquilamente y metió sus manos en sus bolsillos— No lo sé... es...

—Ya dilo. Por favor. —Ella cerró sus ojos con fuerza e intentó no pensar en las palabras. Pero ahora estaban escritas en su frente y todo el que la viera pensaría "Pobre chica" — Doy pena. —Culminó para sí misma con hilo de voz ronco que no era reconocible ni para la propia Blair.

—Oye... no. Es raro verte así. —Se acercó— Siempre estabas feliz, como si tuvieras el mundo a tus pies. —Explicó la pelirroja.

El mundo a mis pies.

Algún día Blair lo había pensado; que tenía el mundo a los pies. Todos la querían, era hermosa, tenía un novio caliente y una bonita casa para las fiestas, era todo lo que se necesitaba en el instituto para cumplir esas palabras, desde luego que en su vida había problemas, pero el manto de la popularidad la cubría y era casi imposible darse cuenta. La popularidad es efímera. Eso nunca lo había pensado.

La vida después de la popularidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora