Capitulo 03

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     Entre los arbustos Olympia se esconde observando hacia el centro de la plaza del poblado, los soldados se encuentran reunidos alrededor de los aldeanos, los cuales han sido apresados ante la falta de tiempo para encontrarla. El líder sospecha que algunos de esos aldeanos los tienen escondidos, aunque claramente no es así.

     Aprieta la mandíbula.

- Debemos ayudarlos – asegura la chica sin mirar a sus amigos, teme aparta la vista de toda esa pobre gente y que les maten en ese instante sin poder hacer nada.

- Lo haremos – habla Alexander a su derecha – Maldita sea.

     El castaño trata de abalanzarse hacia ellos cuando uno de los soldados golpea violentamente a una pobre anciana. Los nervios de los tres se crispan al presenciar cómo no planean dejarles tranquilos, no hasta que sepan sobre ellos y su escondite.

     Olympia se da una rápida mirada a su vestimenta y regresa su vista hacia los soldados. Mentalmente cuenta el número de hombres alrededor de los aldeanos y trata de hallar alguna forma para poder sacarlos de allí con sus habilidades, conociendo todas las desventajas.

     Fue conocida en el castillo por ser la mejor mujer espadachín, superando incluso las habilidades de sus dos amigos, quienes fueron entrenados por los mejores. Entre los tres son un gran equipo capaz de derrotar a todos esos soldados sin salir lastimados, pero eso con todas las fuerzas y con la energía renovada.

     Han descansado y se han hidratado, pero llevan tiempo sin probar bocado, su cuerpo no les permite dar todo de sí, sobretodo a Olympia, la cual se encuentra ligeramente mareada por la falta de alimentos.

- Eso te va a estorbar – es Daymon quien interrumpe el silencio señalando el vestido de la princesa.

     Olympia se da cuenta de que lo que su amigo dice es completamente cierto. Necesita ser rápida y ágil, pero el vestido que lleva solo entorpece el movimiento de sus piernas. Es bonito incluso sucio y destrozado, pero nada practico.

     Toma una larga respiración.

     Detesta la idea de destrozar o deshacerse del último vestido que su madre le regaló, es lo único que le queda de ella, pero debe ayudar a esos aldeanos y esa idea supera su necesidad de mantenerse apegada a algo que le recuerde a sus padres.

     Con su ceño fruncido agarra la daga de Alexander y comienza a rasgar la tela de la falda, dejándola por encima de las rodillas. Jamás en su vida ha mostrado tanta piel, al menos no delante de otras personas que sean sus doncellas y eso provoca un sonrojo en sus mejillas cuando nota la mirada de ambos chicos en sus piernas.

     Arroja el trozo de tela a un lado de la tierra y vuelve a darle la daga al castaño.

     Control. Seguridad.

     Eso es lo que necesita en ese momento para seguir con lo que quiere hacer.

- Bonitas piernas, princesa – coquetea Alexander a su lado.

     Cabreada Olympia se gira hacia él y amenaza con atestarle un buen golpe, pero él se limita a sonreírle pícaramente con esa sonrisa de niño juguetón que suele tener alrededor de ella.

     Daymon rueda sus ojos y es quien golpea al chico.

     No están allí para coquetear, por muy tentado que el moreno se vea de mirar las piernas descubiertas de la chica. Son de un blanco tan parecido a la porcelana que siente la necesidad de acariciarlas, en cambio, su rostro con más color, debido al sol, tampoco se aleja de la descripción.

     Para ambos sigue siendo hermosa, incluso con ese aspecto tan desaliñado y sucio. Mientras sus ojos no dejen de brillar, jamás dejaran de pensarlo porque ellos no solo ven la belleza exterior de la joven, sino también la belleza de su interior..

Lucha de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora