Capitulo 07

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     Olympia asiste al banquete, tal cual el rey le pidió el día anterior. No se parece en nada a los que su padre solía organizar, eran más calmados y llenos de risas, mientras que este banquete, está lleno de música y gente bailando en el centro del salón. Jóvenes de entre diecisiete y veinticinco años se encuentran disfrutando de la velada.

No hay nadie mayor de esa edad bailando como ellos lo hacen, los adultos se mantienen apartados en las mesas y conversando unos con otros.

Totalmente nerviosa por encontrarse con tanta gente de Deinn se queda paralizada en la entrada. El rey le ha prometido que le ayudará, pero nunca se ha mencionado nada sobre que ella está pasando unos días en su castillo, en cuanto la gente la reconozca empezaran a mirarla y cotillear a sus espaldas.

Lo que más miedo siempre le ha dado ha sido ser el tema principal de la gente. Nunca le tuvo miedo a las peleas, ni a las espadas, tampoco a los bandidos, nunca le tuvo miedo a lo que realmente había que tenérselo. Solamente tuvo miedo de la gente, de que ellos hablasen y esparciesen rumores sobre ella por cada rincón del reino.

Y ahora, completamente indefensa, en un reino que no es el suyo y rodeado de desconocidos, sus temores no hacen más que crecer.

Nota como alguien coloca su mano sobre su espalda, tras girarse cruza miradas con Daymon, él cual, como siempre, se mantiene sereno y sin mostrar expresión que delate como se siente en su interior. A veces envidia esa habilidad, aunque ella suele ser igual que él sin saberlo.

- No te abrumes, estamos a tu lado – asegura Daymon haciendo una pequeña señal con la cabeza para que mire a su espalda, donde Alexander se encuentra abotonando los puños de su camisa – siempre lo estamos.

Olympia solo necesita que Alexander alce la cabeza para mirarla y que le sonría, para armarse de valor.

Tiene a las personas más importantes de su vida siempre a su lado, ¿por qué debería de temer al ser juzgada por toda esa gente? Saber que ellos no abandonan nunca su lado, la hace sentirse llena de valor y logra arrebatarle todos los temores, del tirón.

Con mayor decisión alza su barbilla observando a todo el salón de otra forma, ya no con sus ojos temerosos, sino con unos llenos de orgullo y decisión. Cuando comienza a caminar borra por completo sus pensamientos anteriores y se mantiene serena a pesar de todas las miradas que recaen sobre ella.

Las risas de los jóvenes que se encontraban bailando, y las conversaciones entre los nobles, se detienen por completo una vez empiezan a percatarse quien es la hermosa chica que acaba de entrar al salón con dos apuestos e imponentes jóvenes a sus lados.

- ¿Esa es la princesa de Peirl? – pregunta la mano derecha del antiguo rey.

- Efectivamente – responde el padre de Rune interesado en semejante entrada.

A pesar de haberla visto totalmente desaliñada, sucia y muerta de hambre hace un día atrás, no puede evitar sentirse intrigado por la imagen tan imponente que muestra frente a todos los presentes, como si fuese dueña del mundo y todo fuese de ella, sin llegar a ser molesta. No es solo su belleza lo que llama la atención, con su cabello lacio hasta la mitad de la espalda y esos ojos que atrapan tu mirada, tampoco son las curvas que se muestran en ese increíble vestido, ni su espectacular sonrisa.

Es algo más.

Podría tratarse de su postura, de la forma en que sus ojos se pasean por todos los presentes, pero siente que es algo más, como si pudiese notar una especie de aura rodeándola, una bastante fuerte que provoca cierta atracción hacia ella, incapaz de quitarle el ojo de encima. Como si poseyese un aura superior a todos los presentes, incluso que el propio rey, el cual es respetado y venerado.

Lucha de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora