Capitulo 14

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     Alexander no aparta sus ojos de su amiga. Desde hace cuatro días se está preguntando lo mismo, pero el miedo de enfadarla por hacerle tal pregunta es superior a su curiosidad, por lo que todavía no se ha atrevido a tan siquiera cruzar palabra con ella.

     Sacude su cabeza tratando de centrarse en lo que debe centrarse y no en ese tipo de cosas que no le conciernen, hasta que Olympia no decida contarle nada, él debería olvidarlo puesto que no es asunto suyo.

     Mira al frente como si fuese a ver algo nuevo, sin embargo, acaba suspirando, desde hace tiempo que solo ve bosque y comienza a impacientarse, quiere llegar de una vez a su destino.

      A su derecha Rune y Daymon se mantienen callados, Olympia va a varios pasos por delante, como si quisiese aislarse de ellos, aunque no se marcha puesto que sabe que deben mantenerse juntos y jamás sería capaz de abandonar a sus amigos. De ninguna forma.

      Justo en el momento en que Alexander está por acercarse al caballo de Olympia, una flecha sale volando hacía ellos de entre las ramas de los árboles y se clava justo en el hombro de la princesa. De inmediato cae del caballo con una exclamación, que asusta al animal y este sale corriendo entre relinchos y espantando con ellos a las aves que había sobre los arboles cercanos.

     Su caída resuena en todo el bosque acompañado de su grito.

      Todo ocurre tan rápido que ni siquiera Daymon se percata de lo sucedido hasta que siente la presencia de una docena de hombres armados rodeándoles, son soldados reales, probablemente mandados por Eitan tras enterarse de su llegada, la cual desde luego es bastante obvia con la montaña de cadáveres en la posada que dejaron atrás.

     Rune trata de ir hacía Olympia para ayudarla, aunque se ve detenido cuando un hombre desenvaina la espada hacía él y se ve obligado a abandonar la idea de ir a por ella para poder protegerse, desenvainando también la suya a modo de defensa.

     En su interior ruge de furia, ver a su amiga tirada en el suelo herida, viendo como la sangre continúa escapándose de la herida, provoca algo en su interior, algo muy poderoso, un sentimiento arrollador.

- ¡Olympia! – exclama el moreno al ver como su amiga no se mueve del suelo - ¡levántate, sal corriendo!

     Daymon ruega en su interior que Olympia tan solo esté adolorida y no haya perdido el conocimiento, ya que no solo ha sido el flechazo, sino también la gran caída al suelo, donde se ha golpeado muy fuerte la cabeza y la cadera. Probablemente esté sufriendo y se siente horrible por no poder ir hacia ella.

     Su misión es protegerla.

     Al escuchar aquello la castaña, quien se encontraba ocupada tratando de normalizar su respiración para aligerar el dolor, se gira a mirarle y dedicarle una de las peores miradas que alguna vez le ha dado. Debe estar ebrio para poder siquiera imaginar que ella sería capaz de huir y abandonarles de esa manera.

     Sí, de acuerdo, le duele mucho el hombro que ha sido herido, siente un hilillo de sangre en su frente puesto que se ha dado un cabezazo contra el suelo, incluso siente como su cadera y pierna derecha le pinchan del dolor, pero, sin embargo, eso no la va a detener, no será lo que le haga huir.

     Para que ella decida abandonar a sus amigos en mitad de una situación peligrosa, tendría que estarle ocurriendo algo mil veces más doloroso de lo que la está ocurriendo en realidad.

     Una mala caída y una pequeña herida no será impedimento para defenderse, no en ese momento, no hasta saber que todos están a salvo.

     Sonríe al imaginarse a Alexander en su cabeza gritándola que es una cabezota imprudente.

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