Capitulo 28

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- ¡Apresadlos! - exclama la voz de una mujer.

Alexander, al lado de Olympia, desenvaina su espada contra la docena de piratas que se encuentran rodeándoles. Ellos también les apuntan con afiladas armas, ninguno parece querer dar su brazo a torcer.

Han entrado a su territorio.

Apenas llevan un rato subidos en el barco de los hermanos del mar, en cuanto los han visto llegar les han estado observando a pesar de haberles indicado que querían ver a su capitán.

Ninguno esperaba que se lo fuesen a permitir tan fácilmente, conocen la temible fama que precede a los piratas, sin embargo, albergaban una mínima esperanza de que todo fuese sin problemas.

- Baja la espada Alexander - ordena Olympia dando un paso al frente, acercándose peligrosamente a la punta de la espada de uno de los hombres - he dicho que me llevéis ante vuestro capitán.

La risa de la mujer de antes suena tras sus hombres. Rápidamente le abren un pequeño pasillo para que la mujer pueda acercarse a la castaña, aunque en ningún momento parece que quiera dialogar.

A Olympia no le pasa desapercibido el tatuaje que tiene sobre su pecho, en la zona derecha, es el símbolo de hermanos del mar. Luce orgullosa el nombre de su tripulación.

Siempre ha escuchado que el capitán era un hombre, pero ante ella hay una mujer que todo el mundo parece respetar.

En silencio observa la intimidante figura de la pirata.

Posee oscuro cabello que le llega hasta debajo de su pecho, con pequeñas trenzas a un lateral de su rostro, permitiendo ver sus ojos azules, los cuales están casi ocultos por el sombrero de pirata negro que lleva sobre su cabeza.

La tela de rallas y botas altas predomina su vestimenta. Sus ojos rápidamente se sitúan sobre la fina espada colgada de su cinturón.

Todo ella grita que está al mando y Olympia no le intimida en absoluto. ¿Cómo puede intimidarle una pequeña chica desarmada?

- Soy Ariel, la capitana del barco en el cual te hallas - de un movimiento de mano sus hombres se acercan a Olympia y a Alexander para apresarles - ¿que te trae por aquí, pequeño conejito? ¿no sabes que te has metido en la boca del lobo? Au.

Parece divertida y relajada como para poder bromear.

Las muñecas de ambos se encuentran amarradas por gruesas cuerdas, mientras son empujados hacia el interior del barco por aquellos hombres. No le permiten en ningún momento responder a la pregunta de Ariel.

Aunque aquello no parece molestarla, casi parece como si hubiese formulado la pregunta de una forma burlesca hacia la castaña, puesto que de todos modos iba a ser encarcelada.

No esperaban menos, no son invitados y mucho menos bien recibidos. Son intrusos por mucho que hayan entrado a plena vista y sin esconderse.

- Llevadlos hasta Edriel. No es necesario que seáis educados, ¡ajustadles más las cuerdas!

Olympia contempla con asombro como sus ordenes son obedecidas sin rechistar.

En Peirl la imagen de la mujer jamás ha estado relacionada con el poder y mucho menos con el liderazgo, pero todos esos hombres están obedeciendo fácilmente las palabras de una mujer.

Hasta que Olympia no llegó al pueblo haer, jamás pensó que eso fuese siquiera posible. Ahora le demuestra que obviamente si es posible y que el problema está en su propio pueblo.

Son dejados bruscamente sobre el suelo de madera que cruje ante su peso, antes de ser atados al poste central, quedando de frente a dos enormes asientos similares a un trono, donde sentado tranquilamente se encuentra un hombre similar a la capitana.

Lucha de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora