Capitulo 24

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En el interior de la inmensa infraestructura en ruinas se encuentra una enorme fuente, en ella hay esculpida una mujer con una corona sobre su cabeza y el pelo completamente rizado hasta su cadera, entre sus manos sostiene una rosa repleta de delgadas espinas. Es vestido, a pesar de ser de algún tipo de piedra, parece estar hecho de seda.

     Todo alrededor está en ruinas, lleno de pequeñas plantas salvajes y enredaderas colgando de las paredes y columnas de alrededor. Por toda la zona hay una pequeña niebla blanca a la altura de los pies, que hace difícil poder observar por donde caminas y que hay bajo ella.

     Algo en el ambiente se nota distinto a como se sentía fuera.

     Rune casi salta del susto que le provoca contemplar por fin a la antepasada de Olympia, es capaz de observar cada uno de los pequeños detalles de la neblina, como si nunca hubiese sido eso, como si desde el principio siempre hubiese sido una persona de carne y hueso.

     Puede notar cierto parecido entre esa mujer y Olympia, la mirada tan apasionada con la que se come el mundo, esa llama brillando en sus pupilas como si quisiese convertirlo todo en cenizas. Físicamente son completamente distintas, pero con solo esos dos pequeños detalles ya es capaz de asumir el parecido entre ambas.

     Según se acercan a la fuente, el rojo cabello de la mujer se va volviendo más brillantes hasta parecer un fuego encendido, que chisporrotea en plena noche cerrada.

     El vestido blanco que lleva comienza a volverse de un color casi fantasmal, lleno de pequeños destellos que asombran a los recién llegados. Jamás habían contemplado la magia en algún momento de sus vidas.

     Pero allí están, viendo cosas que jamás podrían haber siquiera imaginado.

- Bienvenidos – se gira para mirarles y mostrarles una inclinación con su cabeza – ella es Ghea, quien concede a los haers sus poderes, ella es quien mueve los hilos de tu destino, es aquella mujer que te contempla desde los cielos en cada paso que das, te protege y vela por ti desde el momento de tu nacimiento, incluso mucho antes.

     Isha se gira entonces hacia Rune, camina hasta detenerse a escasos centímetros de él. Sus ojos se vuelven de un color brillante y calan dentro de su alma, haciéndole sentir calmado y lleno de una calidez hasta ahora desconocida para él.

     La mujer coloca su mano sobre la frente del chico y de su cabeza comienza a aparecer una majestuosa corona color plata con pequeñas piedras preciosas rojas. Al mismo tiempo que el ropaje que llevaba va desapareciendo para que, en su lugar, aparezca un majestuoso traje propio de alguna deidad, de un blanco tan deslumbrante que parece hecho de pequeños destellos.

     Isha, del mismo modo que hace con el joven rey, se acerca a la reina y llena de vida el vestido de Olympia, en vez de blanco, de un brillante y poderoso azul. Sustituyendo mágicamente los pantalones y camisa que llevaba por un vestido propio de una diosa.

     De un corsé ajustado hasta su cintura, hasta convertirse en una larga y espectacular falda de un azul majestuoso, casi impropio de aquel mundo.

- Tu aura es azul, tan azul como este vestido – explica la mujer con calma una vez se separa de ellos – la suya es tan blanca y pura como su traje. Ambos tenéis una fuerza interior asombrosa, pero debéis prepararos a lo que viene.

     Ambos jóvenes se contemplan asombrados por lo que están viendo. Rune no sabía que poseía un aura, pero pensar que es tan blanca y brillante le llena de curiosidad, el blanco es ligado a la pureza, de inmediato piensa que es imposible que su aura sea tan pura y brillante como la mujer le indica.

Lucha de coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora