La liga de los idiotas

177 14 1
                                    

Al acabar el recreo me dirigí a mi taquilla a dejar los libros de Geografía porque en el recreo me había dado mucha vagueza como para dejarlos. Después me dirigí al patio para realizar la clase de educación física en la que, está vez, para mí desgracia, tocaba fútbol.

Mira que a mí se me da mal el fútbol,y más aun con el corazón que tengo, pero cuando vi al pobre imbécil jugar como jugaba me daba tanta risa como lástima. Mi única opción era reír llorando, aunque en mi mente, claro está.
Lo mejor (o lo peor, dependiendo de cómo lo mires) fue cuando le dieron un balonazo y se le cayeron las lentillas.

-¡Salte del campo!-Le gritó el profesor al ver que no encontraba sus lentillas.

-¡No! No pasa nada. Juego sin las lentillas.-Dijo él intentando mirar y sonreir al profesor, aunque estaba mirando a la portería.

Empezamos a jugar al fútbol, y la única vez que me pasan la pelota, yo voy, y la cago. Se la pasé al imbécil.

Él empezó a correr con la pelota a lo que supongo que él pensaba que era la portería, aun en realidad se estaba saliendo del campo hacia la puerta de la vaya del instituto, que solía estar abierta, como hoy. Pensé que iba a salir corriendo por la puerta con la pelota, pero se dio con el marco de metal de la puerta y se cayó de espaldas. Después gritó un agudo y alto ''¡Iiiiiii!''
No se levantaba.

-Emma, vete a por la pelota.-dijo el profesor.

-Pero...-No llegué a terminar la frase porque me lanzó una mirada de odio y yo, volviendo a echarle la culpa al universo, me dirigí hacia el imbécil, cogí la pelota y se la llevé al profesor.

-Emma, ya que estás llévale a la enfermería.-Dijo un poco arto.

-Vale-Dije aun más arta. Entonces me giré y vi al imbécil andando con las manos por delante mientras hablaba.

-Unos pasos más y giro a la izquierda.-Le oí decir para sí mismo.

El golpe que se llevó contra la pared al girar no fue grande ni nada. Se volvió a caer de espaldas al suelo. Otra vez gritó ''¡Iiiiii!''
Me acerqué a él y vi que tenía una marca que le recorría la mitad de la cara desde la frente hasta la barbilla.

-¿Te ayudo?-Le pregunté.

-No, puedo perfectamente solo.-Se volvió a levantar, caminó unos cuantos pasos y volvió a darse con el marco de la salida del instituto. Cayó de espaldas y, ¿cómo no?, se hizo otra marca que le atravesaba la cara, pero esta vez por el ojo y la mejilla. Gritó ''¡Iiiiiii!''.

-¿Seguro que no quieres que te ayude?

-No.-Dijo desde el suelo.

-¿Entonces, te llevo o no?

-Sí, creo que mejor sí.-Dijo intentando lenvantarse.

Le llevé a la enfermería y le deje junto con la enfermera en la entrada.

Cuando salió tenía un montón de tiritas formando dos tiras que le tapaban las dos marcas que le recorrían la cara, solo le dejaban libre la boca y el ojo. Aparte un chichón estaba cubierto de sustancia viscosa.

Sin más, sin decir gracias ni nada, se marchó.

''¿Para esto me quedo a esperarle?'' Pensé y me fui a mi siguiente clase.

En la última clase me tocó con el imbécil, a quién le encargaron cerrar la puerta, aunque estaba claro que eso le apetecía tanto como beber agua del váter.

Cuando ya iba a cerrar me di cuenta de que me había dejado las llaves de casa en mi mesa, así que le tuve que hacer esperarme. Pero cuando me di la vuelta para salir, la puerta de clase estaba entreabierta y las llaves estaban tiradas en el suelo.
Recogí las llaves, salí y tuve que cerrar y devolver las llaves a secretaría, por lo que tardaría más en llegar a mi casa y tendría menos tiempo con mi padre, que volvía esta tarde.

Eso me hizo odiar más a ese imbécil, que me había pasado el marrón y se había ido sin más.

La Enfermedad de CristalWhere stories live. Discover now