El Hilo Blanco

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Después de una noche agotadora en la que no pude dormir bien, me levanté, me vestí y me dirigí a la cocina para prepararme el desayuno, pero cuando iba a coger la leche me di cuenta, por primera vez (estaba muy adormilada), de que algo colgaba de mi dedo, algo fino y blanco. Un hilo.

El hilo salía por la puerta de la cocina hasta la entrada de mi casa. Y ahí mismo, justo al lado de la entrada, había dos bolsas y una nota pegada a la pared con celo. Fui hacia la puerta, cogí la nota y la leí. Ponía:

Hola, Emma. Soy Josh.

Para este juego necesitas:

·La bolsa grande para recoger los objetos que te he ido dejando.

·La bolsa pequeña para guardar las notas que vayas encontrando.

Y ya está. Esos son los materiales. No son muchos, como podrás comprobar.

Las reglas son:

·Sigue el hilo.

·Cada objeto representa una anécdota nuestra, y si la recuerdas con cariño o como algo que te hace feliz tienes que meterlo en la bolsa grande.

·Las notas las tienes que guardar todas en la bolsa pequeña, te guste o no, y no puedes leerlas hasta terminar el juego.

·Un hombre que he contratado te acompañará todo el camino, no es un acosador, no le pegues ni huyas de él.

Es fácil, ¿no?. Suerte.

"¿Qué es todo esto?" pensé. No lo entendía. Simplemente no lo entendía.

Cogí las bolsas  y salí cerrando con llave, olvidándome completamente del desayuno.

El hilo bajaba por las escaleras y salía del portal. Fuera me encontré a una persona, de la clase que si se ponía delante de ti era capaz de taparte la luz del Sol.

-Hola.- Saludé acercándome a él.

-Hola.- Su cara parecía una máscara por su carencia de expresión.- Josh me ha contratado para acompañarte y asegurar tu seguridad y comprensión del juego hasta el final del mismo.- Y además habla como un androide. Menudo personaje.

"Qué hombre más serio." pensé. Solo esperaba que no me amargase el juego.

-Está bien. Gracias.- Respondí lo más amablemente posible.

Sin decir más nos pusimos a seguir el hilo hasta llegar al árbol en el que una vez Josh ató su bici con el cordón de mi zapato. Ahora lo que estaba atado era el hilo junto con una nota y... mi cordón. (CRIS, COMPRUEBA SI JOSH LE DEVOLVIÓ EL CORDÓN)

No pude evitar que se me escapase una sonrisa.

Recogí el cordón y la nota y metí cada uno en su bolsa correspondiente. La verdad, me costó decidir si llevarme el cordón o no, pero recordé lo bien que me lo pasé ese día al final y no me cupo duda de que debía llevármelo.

Continuamos siguiendo el hilo, que esta vez nos llevó a la casa de Josh. El hombre "más feliz del mundo" se acercó a la puerta y la abrió con una llave que se sacó del bolsillo de su chaqueta. Entramos en la casa en silencio y en la entrada nos encontramos una mesita en la que había apoyados un papel y un corazón de cristal manchado con una especie de pintura color carne. La toqué y la textura me llevó a darme cuenta de que era el maquillaje que utilizaba Josh para ocultarse las cicatrices.

Ya sabía qué representaba ese objeto; el momento en que nos contamos la verdad. Lo metí en la bolsa sin pensarlo dos veces. Luego cogí la nota y la guardé.

La Enfermedad de CristalOù les histoires vivent. Découvrez maintenant