La maldad restante.

3.9K 184 133
                                    

—¡Princesa!— gritó Sidon en tono alarmante.

Zelda volteó de inmediato, Link yacía en el suelo, al borde del lago. Sidon lo sostenía en sus brazos, cuidadoso. Bajó a toda velocidad de la bestia divina colocándose a su lado, de rodillas.

—¡Link!— dijo, sosteniendo su mano. — ¿Qué pasó, Sidon?—

—¡No lo sé, estábamos hablando y se desplomó!— contestó Sidon alarmado. —Lo llevaré con los ancianos de inmediato.—

Sidon hizo ademán de levantarse, pero Zelda lo detuvo de inmediato al tiempo en que una sensación gélida le recorría la columna.

—¡Espera! Esto...—

El frío le quemaba recorriendo los pies, las pantorrillas, las caderas, los hombros, el cuello, la cabeza, los brazos, y, al llegar a las manos, Zelda supo a lo que se enfrentaba. Colocó ambas manos en el pecho de Link y concentró toda su energía en él. El encuentro en las catacumbas zora había puesto a Link en peligro, y ahora él volvía a correrlo. Pero, ¿Por qué? En ese momento no importaba, porque lo único que había en la cabeza de Zelda era salvarlo. Su poder como Sacerdotisa despertaba de nuevo, helándole la sangre, quemándola por dentro, estrujando su corazón con fuerza y desgarrándole el alma. El mismo dolor que había estado soportando por cien años y que estaba dispuesta a sufrir siempre que alguien más estuviese en peligro.
Link se retorció de dolor por unos instantes, tosió un par de veces y se incorporó sobresaltado, respirando con fuerza. Miró a Zelda a los enormes y aterrados ojos por un segundo, ésta saltó sobre él a abrazarlo. Link se quedó perplejo, respirando profundamente, tratando de comprender lo que estaba sucediendo. Sidon los abrazó a ambos, aliviado también.

—¡Link, me asusté tanto!— le espetó Zelda.

—¿Qué... Pasó?— contestó él, correspondiendo el abrazo. Lo hacía sentir seguro, tranquilo.

—Hermano, ¡Te moriste de la nada! Creo que nadie ha vuelto a la vida tantas veces como tú, Link... La princesa aquí ha hecho esa... Esa cosa... ¿Qué fue eso, Princesa?— dijo Sidon, dándoles espacio.

—Yo... Mi poder...— Zelda se abrazó a Link con más fuerza, cabizbaja hundió su rostro en el pecho del héroe.— Me dio miedo perderte de nuevo.—

Link la miraba sosegado por el calor de la princesa, era como una niña pequeña. Para alguien que lo había perdido todo, Zelda siempre se mostraba fuerte frente a él. Sonreía a todos en Hatelia y si veían un viajero a mitad del camino se emocionaba comprando lagartos para sus pociones, en los ranchos la gente la saludaba con mucho respeto y ella contestaba con un "Tranquilos, sólo soy yo, Zelda". Mantenía la calma con una diplomacia que ni el mismo rey Rhoam había logrado inspirar en sus súbditos, todos la admiraban y aspiraban a ser tan fuertes como ella. Pero Zelda era una maestra en ocultar el dolor. Había pasado casi dos días en cama, descansando bajo los cuidados de Link cuando habían llegado a Hatelia. Había estado llorando a mitad de la noche a causa de las pesadillas del Cataclismo y los cien años que pasó encerrada. Pero sobre todo... Había estado escondiendo el miedo que en realidad sentía ante el futuro.
Al verla, Link encontraba todo eso oculto tras los cristales azulados que le servían de ojos y se sentía menos solo. "La princesa de Hyrule está siendo así de fuerte, y yo, su caballero, debo poder protegerla." se decía a si mismo.

—Tranquila, estoy bien gracias a ti...— le sonrió.— ¿Vuelves a escuchar a la espada, Zelda?—

—No... ¿Qué ha sido todo esto, Link?—

—No lo sé... No estoy muy seguro, pero quizá tenga que ver con el enfrentamiento que tuvimos en las catacumbas Sidon y yo. Había una especie de rastro maligno y se sentía como... Ya sabes...—

Para que no quedemos en el olvido.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora