Entrando a la Ciudadela Gerudo.

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Sidon asomó la cabeza lentamente mientras veía desaparecer el rastro azulado de Percy. Se quedó quieto unos minutos hasta que Link estuvo junto a él y Zelda de nuevo.

—Su nombre es Percy, al parecer. Dice que va a la Ciudadela igual que nosotros, a invitar a las Gerudo al banquete. —comunicó Link.

—Percy... — suspiró Sidon. — Es un lindo nombre, ¿Verdad?

—Supongo que lo es.— rió Zelda.

—Bueno, ¿Qué esperamos? Vamos a la Ciudadela, quizá alcance a Percy y pueda verle de nuevo...

Recogieron sus cosas inmediatamente y siguieron a pie por el mismo rumbo que había tomado Percy, con la esperanza de llegar a tiempo para encontrarle ahí. Todo fue de maravilla y bastante rápido al atravesar las aguas de los ríos en el bosque Faron, pero a medida que se acercaban al desierto el calor comenzaba a ser abrasador y los tres amigos empezaban a resentir el cansancio tras pasar el Cañón Gerudo. Sidon no estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo fuera del agua, pero su voluntad por enfrentar a Percy era mucho más fuerte que el calor que lo acosaba.

Al llegar al Oasis se sintió aliviado de poder meterse un chapuzón antes de continuar. Link y Zelda hacían las compras y ventas necesarias para no llegar con las manos vacías a ver a Riju. Riju podía ser la gobernante de las Gerudo pero seguía siendo una niña, una a la que le gustaban los dulces y juguetes.
Zelda había comenzado a aprender el arte del trueque y el mercadeo. Link la había estado instruyendo sobre el valor de las cosas y cómo era más fácil si sabías quién necesitaba qué para conseguir las cosas que necesitas a cambio. Zelda estaba fascinada por este arte y quería construir un mercado donde todo esto fuese posible mucho más fácil para todos. Iba aprendiendo sobre su pueblo de a poco, y eso la hacía sentirse cada vez más capaz de ser su gobernante.

Antes de continuar, Link le dio a Sidon algunas prendas típicas de las Gerudo que había conseguido para él.

—Póntelo, aún no dejan entrar varones a la Ciudad. —indicó Link, amablemente.

—Esto es para chicas... Y es algo... Pequeño. ¿No crees que vestirse así es algo humillante hermano? —Sidon se sentía avergonzado.

—¿Huh? Para nada, en realidad la ropa de las gerudo es tremendamente cómoda. —sonrió el héroe mientras se cambiaba frente a ellos con la vestimenta que había teñido de tonos rojizos. —Y me veo di-vi-no. —añadió, agitando su cabellera.

—He aquí al héroe de Hyrule... —suspiró Zelda.

Sidon se puso el velo y las prendas que le había dado Link, estando a disgusto pero agradecido de que el velo le cubriera el rostro lo suficiente para que nadie notara su identidad. No había muchos zoras tan altos y fornidos como él, pero el traje sí lo disfrazaba lo suficiente para tener dificultades en reconocerlo.

En la entrada de la ciudadela fueron interceptados por un viajero que se acercó a Link entusiasmado. Zelda advirtió el gesto del héroe rodando los ojos cuando suspiró con pesadez.

—¡Hola!— saludó el viajero hyliano animadamente. 

—Eh... Tú...— sonrió Link, forzado. Se advertía desagrado en su tono de voz. 

—¿Vas de nuevo a la Ciudad, ¿Eh? —siguió, ignorando a la compañía de Link. 

—Eh, sí. Llevamos prisa, así que... Nos veremos luego o algo así.—

Link apuró a sus compañeros con la mirada pero Zelda parecía demasiado divertida con la situación. Decidió que era un buen momento para tener iniciativa y antes de dejar a Link continuar hacia la entrada de la ciudadela lo tomó del brazo y le plantó un beso pequeño en los labios. Aquel viajero hyliano pareció haber perdido sus ganas de vivir en ese instante.

Para que no quedemos en el olvido.Where stories live. Discover now