Matrimonio.

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Las aves comenzaron a trinar en los árboles cercanos a la ventana y cuando los primeros rayos de la mañana alcanzaron sus ojos, Link se removió en las cobijas tratando de evitar que lo alcanzaran de nuevo. Jamás en su vida se había sentido tan reacio a levantarse de la cama como en ese momento.
Para empezar, se sentía cansado. Los músculos se quejaban ligeramente. No era como que no estuviese acostumbrado a dolores mucho peores que eso, pero este era un dolor acurrucado, una razón que le hacía no desear moverse del todo, lo que nos lleva a la segunda razón para no levantarse. Por sorprendente que fuera, la cama en la que se encontraba acurrucado era tremendamente cómoda. Estaba suave y calientita, además de amplia, el héroe casi no se tragaba que un lugar como aquel sobreviviera al Cataclismo. Pero lo que más le quitaba las ganas de despertar era la mujer que se encontraba acurrucada justo frente a él. Dormida, Zelda representaba una imagen tan apacible como graciosa, pues si bien su rostro no expresaba angustia alguna en momentos sonreía y sus mejillas apachurradas contra la almohada se esponjaban con la mueca. Link no la había visto dormir tan apaciblemente desde las buenas épocas del castillo.

Después de removerse un poco más y acomodarse en el nicho, Zelda también se cubrió el resto de la cabeza con las cobijas que los cubrían y se acurrucó más cerca del héroe. "¿Así que vas a volver a tus hábitos de bella durmiente ahora?" pensó Link, recordando nuevamente lo dormilona que solía ser la princesa. Su mente comenzaba a esclarecer cada vez más con respecto a los viejos tiempos y eso lo tenía sonriendo inevitablemente. Eran apenas unos detalles sobre Zelda, pero eran cosas que él sabía con certeza que pertenecían a su pasado por lo que se sentía un poco más cerca de la mujer que tenía a su lado.
Inevitablemente, como todo quien ya ha despertado del todo pero se niega a levantarse, Link comenzó a aguzar el oído a los sonidos que los envolvían. El guerrero hyliano se podía jactar de tener un gran sentido del oído y ser bueno con el reconocimiento de los sonidos que llegaban a sus largas orejas puntiagudas. Escuchó, primero, las aves que canturreaban anunciando que había amanecido hace tiempo, las ubicaba cerca de la ventanilla y en algunos pasillos. Después, sintió vibrar el rumor de las fuentes que subían y bajaban al rededor de todo el castillo, por entre las plazas y los diferentes niveles en él; seguido del ligero crujir de las maderas que sostenían los muros a su al rededor. Luego un salpicar de agua junto con unas pisadas mojadas y apuradas. Escuchaba el azotar de puertas, el entrechocar de telas, metales y demás objetos tirados por todas partes, la respiración fuerte y agitada que se encontraba cada vez más cerca, el tintinear de los ropajes...
Link sabía de antemano que serían encontrados en algún momento, pero la desidia de moverse y la velocidad del personaje que se acercaba a ellos fueron demasiadas para el héroe quien decidió sólo erguirse sobre la cama esperando que no despertara a la princesa con el ruido. Apenas se estaba estirando y bostezando cuando la puerta frente a él se abrió de golpe.

-¡LINK, AMIGO!- una enorme figura borrosa y rojiza se presentó agitada en la habitación. -¡Tienes que ayudarme! ¡No estoy listo!-

-Buenos días, Sidon... ¿Qué pasa?- el rubio se limpió un poco el rostro con la mano izquierda y le hizo ademán de relajarse y tomar a asiento a su amigo.

-¡Amigo, es algo aterrador! Mi padre ha convocado a un banquete real y no estoy listo. Tienes que ayudarme, por favor, tú eres buenísimo con eso.

-Primero, tranquilízate y baja la voz, a nadie le gusta que lo despierten a gritos... Segundo, ¿Qué clase de banquete? No creerás que yo en mi alta sabiduría de caballero común y corriente he tenido más educación que tú en modales y fanfarrias aristocráticas, ¿O si? - rió el héroe.

-En la cultura Zora, los banquetes se hacen para hacer... Arreglos. Ya sabes... Con una... Eh... ¿Chica? -

Link se quedó pensando un minuto, no comprendía el contexto de las palabras del príncipe. Su cerebro estaba medio dormido aún. Comenzó a pensar en la aristocracia, en los bailes y banquetes, en el príncipe Zora y en la princesa hyliana que seguía acurrucada sin moverse junto a él. La sangre se comenzó a acumular en su rostro y orejas, tiñéndolas ligeramente de rosa.
Se llevó la mano al rostro para cubrirse y suspiró intranquilo.

Para que no quedemos en el olvido.Where stories live. Discover now