8. Diferentes

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Se suponía que los viernes era un día por el que todos esperaban, significaba libertad y las posibilidades para divertirse aumentaban; para Aurora no era del todo de aquella manera

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Se suponía que los viernes era un día por el que todos esperaban, significaba libertad y las posibilidades para divertirse aumentaban; para Aurora no era del todo de aquella manera.

Como vicepresidenta, le tocaba la tarea de hacerse con el resto de las labores que Lisa no quería hacer pero que estaba obligada a hacer, sin chistar ni reclamar. La verdad era que a ella no le suponía ningún problema, le gustaba ayudar, pero sí era ridículo que Lisa se llevara todas las menciones y felicitaciones cuando el resto del consejo era el que se encargaba de casi todo.

Al Lisa haberse negado a conseguir más integrantes, a ella le tocaba el trabajo de ser secretaria, tesorera y representante además de ser vicepresidenta. No era del todo malo cumplir con tantas obligaciones cuando tenías tres amigas más del consejo que siempre estaban dispuestas a ayudarte, pero sí, era consciente de que era un abuso y que, si fuese por Lisa, solo ella y la pelinegra hubiesen sido parte del consejo.

Como cada viernes, le tocaba dar una visita rápida a cada uno de los integrantes del consejo para que le dieran un informe de lo que sucedía o las necesidades que tenían, si es que existían. Ella agradecía al cielo que sus mejores amigas fueran parte del consejo, ya que así podían alcanzarle sus informes sin necesidad de tener que buscarlas, pero Dake, Julián y Anne eran otra historia.

Encontró rápidamente a Dake en su clase. Al ser de ciclos superiores, tenía su horario de tarde y no de mañana. Sabía exactamente dónde encontrarlo así que no se demoró mucho. Se despidió con un beso en la mejilla después de una larga conversación y trazó su camino hacia la biblioteca, donde se encontraba Anne.

Aurora agradecía que el punto de encuentro haya sido en la biblioteca así las insistencias de la chica para acompañarla a buscar a Julián eran más soportables; aunque, claro, a Julián no era al que quería ver. La pelinegra se negó rotundamente y salió corriendo de la biblioteca apenas pudo, sabiendo por donde se iban sus intenciones y que ella no estaba dispuesta a aceptar el modo fangirl que a la chica se le salía cuando veía a los gemelos, como si ellos fuesen celebridades o algo parecido.

A Julián, como todos los viernes por la tarde, lo encontró en el campo de futbol. Tuvo que dar un par de vueltas al lugar para poderlo encontrar ya que el lugar era muy grande y su vista no era la mejor. Su oftalmólogo le recetó usar lentes permanentes, pero ella era demasiado terca como para llevarlos todo el día puestos y solo los usaba cuando para ella eran necesarios.

—¡Davis! —gritó Julián corriendo desde la otra mitad del campo hacia ella.

La chica lo recibió con nada más que una sonrisa, pero para el ojiazul no fue suficiente ya que la rodeó con sus brazos y la estrechó con fuerza, casi quitándole la respiración, y riendo.

Aurora se movió entre sus brazos tratándose de liberar hasta que logró hacerlo. Julián pasó una mano por su cabello empapado en sudor, sonriéndole con diversión.

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