9. Retorcido

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El rumor de una gran fiesta que se llevaría a cabo aquel mismo viernes por la noche había rondado todo el día por los pasillos y salones de la universidad

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El rumor de una gran fiesta que se llevaría a cabo aquel mismo viernes por la noche había rondado todo el día por los pasillos y salones de la universidad.

Y si Aurora estaba segura de algo era que no asistiría; había tenido suficiente con la fiesta de unos días antes como para poder digerir la idea de ir a otra tan pronto. Era extraño, en cualquier otra situación, no hubiese dudado en aceptar la invitación que le hizo por mensaje el mismísimo Archie Williams, el chico que era dueño de los suspiros de varias chicas y de los cotilleos en los baños de chicas. Tenía encanto y era apuesto, pero eso no era suficiente para hacerla cambiar de opinión, ni eso ni que fuese el hijo del jefe de la empresa donde sus padres trabajaban y, por ende, donde ellos se habían conocido. No era no y esa era su última palabra.

Estaba demás decir que apenas llegó a su departamento, fue a su cuarto como alma que lleva el diablo y se tiró a su cama. Quería dormir todo lo que quedaba del fin de semana e ignorar todos los acontecimientos que le rondaban la cabeza. En una sola semana había tenido más acción de lo que había tenido en toda su vida y ahora se sentía mentalmente exhausta, aunque se había prometido no volver a pensar en todo lo relacionado a los hermanos que parecía ser el centro de todas sus situaciones.

Lo tenía todo ya bastante claro, olvidaría por completo aquella noche y haría como si no hubiese pasado. Joshua le había dado algunos últimos fragmentos y no tenía intención de buscar más, con eso ya era suficiente.

Se trató de convencer que no sería la primera chica que se enreda con un chico desconocido en una fiesta —aunque los medios que la habían llevado a hacerlo eran bastante diferentes a la manera convencional— y, a pesar de que ese comportamiento no iba de acorde a su comportamiento, ya había pasado y ya está.

Cogió una almohada que se encontraba cerca y la abrazó mientras se acomodaba de lado, de la manera que le gustaba dormir, y cerró sus ojos.

No había pasado ni medio minuto —o al menos eso sintió— cuando su celular empezó a sonar como loco debido al WiFi que brindaba el conjunto de apartamentos.

Rodó sus ojos y estiró su mano para silenciar su celular cuando notó que la pantalla anunciaba que había una llamada entrante por parte de su madre. Por mucho que estaba cansada, no podía declinarle la llamada si no quería que su madre apareciera en la casa con la chancla en mano.

—Mamá.

—Hola cariño, ¿cómo estás?

—Ahora mismo con ganas de matarme —talló sus ojos y rodó hasta quedar boca arriba, con su mirada fija en el techo—, y de matar a todos.

Pudo imaginar la expresión de disgusto de su madre al otro lado de la línea, pero la mujer no le reprochó nada.

—¿Por qué? —preguntó la mujer, sin alarmarse más de lo necesario. Sabía que su hija era un poco —bastante— exagerada en algunos temas.

Doble Error.Where stories live. Discover now