14. Atrapada

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Su cuerpo aún se encontraba desplomado sobre el asiento, le dolía en ciertas partes de torso; no era un dolor punzante pero sí que le hizo soltar un jadeo al momento de incorporarse

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Su cuerpo aún se encontraba desplomado sobre el asiento, le dolía en ciertas partes de torso; no era un dolor punzante pero sí que le hizo soltar un jadeo al momento de incorporarse. Sentía sus rodillas arder, probablemente debido a que cayó de rodillas en el suelo del auto cuando la tiraron.

Se apresuró a abrir las puertas de la camioneta, pero no cedían. Tenían el seguro puesto. Aun así, siguió intentando con la esperanza de que se abrieran más fue en vano.

—Ni lo intentes.

La dura voz le hizo darse la vuelta. A su lado se encontraba una pelinegra con una expresión de apatía bien marcada en el rostro. La miraba como si fuese un insecto que le llevase molestando hace mucho.

Entrecerró sus ojos y miró a su alrededor buscando alguna otra salida, pero era algo inútil.

—Escucha, realmente no quiero amarrarte así que, mantente quieta y estaremos bien, ¿entendiste?

Su tono de voz era despreciable. Aurora le mantuvo la mirada, desafiante, pero a la otra chica no parecía afectarle en lo absoluto. De hecho, por la expresión de su rostro pudo deducir que le divertía verla en esa desesperante posición.

—¿Quién eres? —preguntó, con la voz temblorosa.

La pelinegra sonrió complacida por su pregunta. —Por ahora, tu peor pesadilla.

Con un movimiento se acomodó en su sitio, alejando su mirada gris de la café de Aurora y centrándola en su celular.

Tratando de ser lo más disimulada posible, tanteó sobre su la tela de su pantalón su celular con la esperanza de poder mandar un mensaje o hacer una llamada sin que la otra pelinegra se diera cuenta.

Sus intentos fueron en vano cuando ella extendió la mano en su dirección, con la palma arriba, expectante.

—Celular, ahora.

Respiró hondo y se lo pasó de mala gana cuando repitió su orden, pero con menos amabilidad —si es que hubo alguna en la primera vez—.

Aurora pensó en una manera de zafarse de la situación. En las películas las chicas siempre encontraban una manera de escaparse, hacían una distracción que las lograba liberar, pero ella no podía tomar aquella opción porque incluso si llegara a hacer una buena distracción, el seguro aún estaba puesto haciendo su huida, desde ya, un fracaso.

No tenía opciones. Estaba atrapada.

El auto era polarizado e iba a una gran velocidad así que no podía imaginar a donde se dirigían por mucho que trataba de hacerse un mapa mental de las vueltas y giros que hacían.

Cerró sus ojos, conteniendo sus ganas de llorar, no de tristeza por todas aquellas escenas que se reproducían en su mente sino de ira, por darse cuenta lo estúpida que había sido para meterse hasta las narices en tal problema.

Doble Error.Where stories live. Discover now