Capítulo 26. Más terca que un demócrata y más brillante que un flamingo

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Dedicado a ADaniel_SapporeSiaw por ser genial.

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Capítulo 26. Más terca que un demócrata y más brillante que un flamingo

—Oh, eso me recuerda que fuimos invitados a la casa de mi prima para la cena del Día de Gracias, ¿quieres ir? —mencionó papá casualmente, tirando un bote vacío de leche en el contenedor de reciclaje. Levanté la mirada de mi libro de historia.

—¿Nos invitó? ¿Qué prima?

—Joanna, ¿te acuerdas de ella? Sacudí la cabeza.

—Ni idea.

—Es la del mohawk. —Hizo un gesto con las manos que sugería la altura de su peinado—. Y ese raro tatuaje de pájaro en su brazo. No sé si aún tiene el mohawk, pero el tatuaje definitivamente sigue ahí.

La imagen de su mohawk rosa vivo se esclareció en mi mente e hice un gesto de comprensión.

—¡Oh! ¿Cómo está ella?

Se encogió de hombros. —Puedes preguntarle si vamos.

Aún no estaba segura de si quería pasar mi Día de Gracias con mi verdadera familia. Sería nuevo.

—¿Qué edad tiene?

Se encogió de hombros de nuevo.

—Tal vez está en lo último de sus veintes o en el principio de sus treintas —estimó—. Está casada ahora.

—¿En serio? ¿Está casada?

Dejé que eso se asentara. Joanna nunca se vio como el tipo de persona que sentara cabeza. Pero de nuevo, tal vez fue el mohawk lo que me persuadió. Nunca la conocí de verdad, solo conocí lo que hablaba su apariencia.

—Hmm, la pequeña Jo está toda crecida —recordó papá.

No estaba segura de por qué él me había dicho que no era particularmente cercano a ninguno de sus primos, pero había un pequeño brillo en sus ojos que sugería que estaba recordando una anécdota de la infancia.

—Así que, ¿quieres ir?

—No tenemos que —respondió evasivamente.

—Podemos ir, papá.

—¿En serio? —Las líneas de risa alrededor de su boca se habían pronunciado, pero eran cálidas de ver aún así.

—En serio. Tú eres el adulto aquí.

Compartimos una risa.

—Supongo que lo soy... solo no quiero que te sientas incómoda. Apenas y conoces a esta gente. Supongo que es mi culpa. Debí haberte llevado más de visita.

—Deja de culparte. Yo no quise visitar a la familia. Y tampoco les interesábamos mucho, obviamente, porque hasta ahora no habíamos escuchado de ellos.

—Charlotte...

—¡Es verdad!

—Solo estoy feliz de que se estén acercando.

Asentí, insegura de qué decir después.

—Bueno... —comencé incómodamente—. Iré a alistarme, ¿a qué hora nos iremos?

—Veamos. Tomará una hora o algo así para llegar ahí y la cena es a las seis, así que tal vez... ¿cuatro treinta?

—Suena bien, papá.

El brillo de su rostro valía todo el sufrimiento que tendría que enfrentar en las próximas veinticuatro horas.

***

The Last Virgin Standing / Tiffany HuynhWhere stories live. Discover now