Ellos no existen

14 0 0
                                    

Día de visitas. Esa es a la frase a la que más le temo. Este día implica muchas cosas, como que van a intentar tranquilizarme y cuando no lo consigan, intentaran convencerme,  cuando eso no funcione tampoco seguirá el soborno y cuando entienden que no daré mi brazo a torcer viene la droga. 

No tengo a nadie que me visite, bueno, si. Hay alguien. Pero esa persona es exactamente a la que no quiero ver nunca más en mi vida. Él debería estar también en un lugar como este porque es un maldito psicopata. Sabe que lo odio, que le temo y que lo desprecio pero sigue viniendo porque ama hacerme daño. Se llama Iván Spinoza y es mi padre. Bueno, si se le puede llamar así. Supongo que en algún momento has pensado que soy alguien fuerte, o directamente, que no le temo a nada. No es cierto. Mi padre es mi fobia.

 Por cierto, ¿sabes que un hombre sin miedo es un hombre sin esperanza? ¿Sabes que la esperanza es la tristeza eterna? Adivina. Aquí estoy yo dando validez a esas frases. No le temo a nada porque no tengo esperanzas en nada, no tengo sueños que cumplir. Simplemente quiero sobrevivir. Y como no tengo esperanza en nada, es decir, como nunca espero nada; soy feliz. Soy feliz hasta que el maldito bastardo viene. Entonces mi única salida es resistirme hasta que me castiguen sin visita, eso era lo único que buscaba hasta que hace unos años un doctor me descubrió. Se lo hice pagar. Créeme que esa venganza fue dulce, muy dulce.

Pero ya no tengo muchas salidas, suelo luchar con todo pero normalmente son muy pocas las veces en las que consigo salirme con la mía, cuando no, ellos me inyectan una especie de ¿morfina? y adormecen todo. Entonces me transformo en una zombie y me sacan a pasear felizmente del brazo de él. Pero en mi interior sé todo lo que esta pasando.

-Hola hermosa.

-Makia, no es el día.

-Pero si que lo es, hoy es el día, lo tengo señalado desde hace meses en mi cabeza. Ahora si Troya, ahora sé que tienes la pluma.

Y dale con la pluma. No se la voy a dar. 

Espera, espera. ¿Tu también has pensado lo mismo que yo? No, seguramente no, tu no tienes una mente retorcida. Makia es mi salvación, Makia puede ayudarme a huir.

-La tengo, si, ¿y qué? 

-Que me la prestes.

-¿Para qué?

-Para una cosa.

-¿Que cosa?

Makia odia las preguntas. Para él son una forma de hacerle perder el tiempo y distraerlo de su objetivo. Y esa es mi salida.

-No quieres saberla.

-¿Por qué no querría?

-¿Estas mas loca hoy de lo normal? Vamos, dame la pluma o la busco yo.

-¿Dónde piensas buscarla? La tengo bien escondida para que no me la vuelvan a quitar.

-Troya, somos amigos, no me enfades. No quiero hacerte daño.

Claro que quiere, este ser quiere hacer daño a todo lo que se mueve y yo le voy dar una de cal y otra de arena. No va a poder hacer daño a quien sea que quiera hacérselo pero si me lo va a hacer a mi. 

-¿No quieres hacerme daño?

-No.

Empieza a perder el control, lo se porque esta apretando su mandíbula cada vez más. Cuando sonría habré ganado. Solo necesito una sonrisa grande, ancha y forzada.

-¿Sabes por qué las nubes hoy no están?

-Porque no me das la pluma. Si me la das, vendrán.

-¿Quién vendrá? 

-Troya, Troya, Troya. 

Él no esta sonriendo y yo me desespero. De verdad quiere hacerle daño a quién sea. Pobre, si Makia llega a poder tocarlo esta más que muerto.

Me aparta de un empujón y se adentra en mi habitación. Dejo que desordene todo, al final, ¿por qué no añadirle un poco mas de caos al caos que voy a formar, verdad?

Cuando ya ha tirado el colchón al suelo es mi momento. En un segundo y sin pensarlo demasiado estoy saltando justo en su espalda. Él cae al suelo y consigue darse la vuelta, logro ver que tiene una vena marcada en su cuello. Esto se va a poner feo.

En menos de dos segundos yo ya he perdido mi posición ventajosa y empiezo a pensar que ha sido una mala idea cuando no acude nadie y el aprieta cada vez más mi cuello. Consigo arañarle la cara y el gruñe. Lo único que logro distinguir es que una de sus manos ya no aprieta y ahora esta volando directamente hacia mi boca. 

Si, ha dolido mucho.

Pero sigue sin venir nadie. Necesito más ruido. Mucho más ruido pero no tengo aire para gritar y mis ojos empiezan a llorar. Él sonríe como el psicopata que es sobre mi. Y empiezo a pensar que me va a costar demasiado cara el huir.

Busco desesperada algo con mis manos, lo que sea, cualquier cosa pero no encuentro nada.

Sigo arañandolo pero ya no parece reaccionar, he activado la bomba, me quedan segundos antes de que todo explote por los aires.

Ya no quiero luchar.

Estoy cansada.

No tengo fuerzas.

Makia será mi fin y mi principio.

Tiene los nudillos blancos, ¿cuánta fuerza estará empleando? ¿Por qué no la siento?

En un momento he vuelto a respirar, sí, aire está entrando de nuevo. Oxígeno. Necesito oxígeno. Quiero levantarme y buscarlo pero no puedo, Makia sigue encima de mi y ahora si sonrie. Ahora si. Por Dios, no.

Un golpe, otro, otro, otro más. Después de tantos años vuelvo a probar mi sangre, es deliciosa, es sangre sucia. 

Él solo para unos segundos y creo que me va a soltar. Y lo hace. Se levanta pero no se va, solo se apoya en la puerta.

Me cuesta moverme y no veo bien, el aire no entra bien y toso. Toso sangre.

La misma sangre que esta lamiendo de su mano. 

No debí provocar al león.

Doy dos pasos, solo dos pasos, antes de que una patada impacte en mi estomago y me doble en dos. No esperaba el rodillazo.

Sé que tengo que gritar. Tengo que hacerlo pero no encuentro aire. Entonces y solo entonces mi vista se clava en un lápiz. Un insignificante lapiz pero ahora es lo único que tengo.

Makia se acerca otra vez y en sus ojos veo que quiere acabar. Necesita hacerlo o se va a volver loco. Como yo.

Como yo porque lo he clavado. 

Lo he hundido tanto como he podido en sus costilla, el lapiz se ha partido, tengo astillas en la mano. Pero he conseguido que mi grito salga, de su garganta.

En dos segundos hay tres celadores en mi habitación y dejan a Makia inmovilizado con el táser. Cae justo a mis pies y yo caigo con él. 

Estoy cansada.

Pero la sangre sigue sabiendo insoportablemente deliciosa.

Así que tengo que lamerla y tengo que sonreir. 

Porque he huido.

Demente defectuosa.Where stories live. Discover now