11. Visitas Inesperadas

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El sonido el timbre en la puerta amenaza con perforar mis oídos.

Llevo más de media hora intentando dormir luego de pasar toda la noche acostada en mi cama con los ojos bien abiertos tratando de pensar en alguna estúpida buena razón para la mentira de Evan. Y, sinceramente, no logro que ninguna justifique por completo sus actos.

Tratando de apaciguar el fuerte ruido proveniente de la entrada coloco una almohada en mi cabeza y cierro los ojos, intentando que mis pensamientos bloqueen el sonido.

Nada. No lo logro.

Vencida me levanto y camino a la puerta principal. En el trayecto visualizo las escaleras que llevan a la habitación del culpable de mi desvelo. Maldito, ni dormido me deja en paz.

Finalmente pongo mi mano en el picaporte y sin mínima delicadeza abro la puerta de madera fina en un sólo jalón.

Intento diferenciar a la persona, aún con los ojos entrecerrados por el cegador sol de casi mediodía noto algunas cosas de su presencia.

Él usa un saco gris formal, unos pantalones a juego, una camisa blanca sin ninguna arruga abajo y una corbata color vino tinto. Todo un hombre con clase, importante y de negocios, ¿Qué hace en mi entrada?

Okay, eso sonó mal.

-Eh... ¿Puedo ayudarle en algo? -Mi voz es más rasposa de lo normal. Tal vez se deba a los gritos ahogados por mi almohada que di la noche pasada entre rabietas e ira.

-Sí, aquí vive Evan Reyes, ¿Me equivoco?

-Sí, vive aquí. ¿Le necesita? -¿Viene a arrestarlo?

Okay, es un hombre elegante, no un policía.

-Me haces el favor de decirle que su hermano está aquí.

-¿He-e-e-ermano?

Él asiente con la cabeza pero apenas puedo verle a los ojos por el radiante sol.

-Eh... pase. -Le invito con un gesto en mi mano y él lo hace. Por algún extraño motivo la sala se llena de su autoridad. -Le... iré a llamar.

Dejo al hombre bien vestido parado a media sala y corro en dirección al segundo piso. Evan tiene muchas cosas que explicar.

Su habitación está justo como la dejé hace un rato, a horas de la madrugada, antes de saber su sucio secreto. ¡Un secreto que me incluye!

Llegando al lado de su cama lo veo. Boca entreabierta, manos a los lados de su cabeza y los brazos sobresaliendo de la sabana, sus pestañas descansando sobre sus pómulos y su nariz aún sonrosada por la resaca. En otras circunstancias me habría parecido tierno, hasta adorable, pero en estas que incluían mentiras y un hermano en el piso de abajo, Evan me parecía un pedazo de basura durmiente.

Lo zarandeé de un hombro pero no hizo un mínimo movimiento. Tiene sueño pesado el cabrón.

Golpeando levemente mi pie sobre su pálida alfombra en señal de desesperación hice lo que haría cualquier otra persona normal.

Tomé una de sus almohadas, subí a la cama y, parada, abrí las piernas y coloqué su cuerpo a mitad de ellas. Sin temor, y dejando salir el enojo que me tenía prisionera, levante el suave algodón y lo hice bajar con toda la fuerza que pude sobre su cabeza.

Lo hice un par de veces de un lado a otro hasta que, en un impulso, él se sentó y giró su cara en todas direcciones, preguntando qué pasaba.

Decir que me detuve cuando reaccionó sería mentira. Continué golpeando con fuerza su cabeza y torso con la almohada hasta que Evan logró atraparla entre sus manos.

Sólo Tú ✔Where stories live. Discover now