[Libro I Trilogía Silly Cliché]
Olivia Estrada es una agradable y alegre chica de 21 años, estudiante de una universidad en Colorado.
Cuando recibe una irremediable noticia, junto con su mejor amiga y confidente, Steph, deciden ir a un bar por un pa...
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Maldita luz encendida.
Maldita promesa que me había hecho.
Mis padres aún estaban despiertos.
Dudé, de nuevo, en si entrar o no. Si llegaba en medio de la noche sin avisar, lo normal sería que se sorprendieran, pero mis padres no eran personas normales.
¿Cómo reaccionarían ellos?
Y peor, ¿cómo reaccionarían a lo que debía decirles?
En definitiva indignados. Si hasta Theo y Evely, las personas más comprensivas que conozco, dudaron, mis padres seguro me lo prohibirían.
Pero de nada me servía hacer conjeturas en su jardín a las nueve de la noche.
Llegué hasta la puerta y, temblando por el miedo y el frio, toqué el timbre.
La luz que salía de la casa me dejó ver el rostro de mi padre; en vez de su bien peinado cabello -el cual mantenía desde que despertaba hasta que dormía- estaba desprolijo y sin gel, y eso dejaba ver más sus canas. Usaba sus lentes de lectura y detrás de ellas unas bolsas bajo los ojos sobresalían. Tenía puesto un sueter y unos pantalones de pijama, y estaba descalzo.
-Madre mía -susurró al regresar de su asombro-, Olivia, pasa, te me vas a congelar. -Tomó mi brazo y cerró la puerta detrás de mi.
Me hizo sentar en uno de los sillones y tocó mi rostro para saber qué tan fría estaba.
-Espera aquí, traeré una manta y, eh... a tu madre -dudó.
Su reacción me dejó perpleja. Nunca se había visto tan anonadado en mis escasas visitas. Ni siquiera cuando eran sorpresas. Siempre tan formales y calmados.
Mientras pensaba y repensaba sus actos, escuché pisadas del piso de arriba. Venían de prisa y fuertes.
Sonaban pies descalzos al bajar y entonces mi madre apareció. Se quedó parada hasta allá, sin acercarse, vistiendo un camisón rosa y sin su bata.
Mi padre pasó a su lado y me trajo la manta.
-¿Aun tienes frio? -preguntó y negué con la cabeza.
Antes que dijera algo más, mi madre habló.
-¿Qué haces aquí?
Hola a ti también.
-Vine de visita. -Eso es más que obvio, idiota, sé más especifica-. De hecho, vine a hablar con ustedes.