56. El Albúm

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-¿Por qué? -pregunté con las lagrimas comenzando a aparecer

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-¿Por qué? -pregunté con las lagrimas comenzando a aparecer.

-Es lo mejor... para ambos.

-¿Pero qué acaso mi opinión no cuenta?

-Olivia, entiende, es mejor así. -Evan trataba de ser sensato pero yo con cada palabra me crispaba aún más.

-¿Mejor?, ¿tienes una mínima idea del dolor que me estás causando? -acusé friamente.

-Lo sé, a mi también me duele pero...

-¡Dijiste que me amabas! -interrumpí-. ¡Si me amaras no harías esto!

-No exageres, -achinó los ojos- comer ensalada en vez de pizza por una vez no te va a matar.

-¡Claro que sí! -chillé-, ¿o es que acaso no deseas saborear la salsa, el peperoní y el pan crugiente?

Evan se movia de un lado a otro en la cocina, tomando los ingredientes para una ensalada de pimientos mientras yo le seguía, rogandole que tomara el teléfono y pidiera la pizza de una vez.

-Claro que quiero. Sabes que sí. Pero no quiero terminar teniendo una enfermedad por consumir demasiada grasa. Ni quiero que tú la tengas. Esa comida hace daño.

-¡Pero es sólo por hoy!

-Eso dijiste la semana pasada cuando pediste comida china -argumentó-, y el sabado que compraste tacos, ¿Lo recuerdas?

Hice un puchero.

-No seas malo.

-Oh, vamos -rió-. Te comportas como una niña.

-Tú has hecho lo mismo cuando quieres algo y yo siempre te hago caso.

-Sí, porqué mis encantos pueden doblegarte. En cambio yo sé ser fuerte.

-¿Ah, sí? -cuestioné a sus espaldas cuando sacó un cuchillo y empezó a cortar un tomate.

-Sí, y por muchos berrinches que hagas te haré comer sano.

Resoplé molesta y crucé mis brazos sobre mi pecho, totalmente molesta.

-Bien, haz lo que quieras -zanjé y dando fuertes pisadas subí hasta la habitación, cerrando de un golpe la puerta.

Realmente no estaba molesta, pero sí quería pizza, así que quizá si le hacía sentir mal terminara comprandola.

Me dejé caer en la cama boca arriba en la cama a esperar, pero me aburrí, asú que empecé a vagar por la habitación.

Detrás de la blanca puerta había un poster de Guns&Roses, las paredes seguían vacías, había una cómoda, una mesa de noche con una lampara que usabamos cada noche para leer y una ventana que daba a la calle. Además, ahora había una bonita guitarra en su estuche ocupando felizmente una esquina del dormitorio.

Sólo Tú ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora