14- Apaciguando el dolor

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Contemplo la mancha roja en las sábanas con el miedo instalado en el cuerpo. ¿Se supone que esto es normal?

- Tranquila. Respira... Despacio.

- ¿Esto...?- señalo temblorosa.

- No lo sé. Es imposible que el veneno te siga afectando, el antídoto es muy fuerte.

- ¿Entonces?

- Voy a consultar a mi madre, no te muevas de aquí-. Bueno, tampoco es que pueda hacer gran cosa.

Me hielo al imaginar los posibles hechos que pueden significar ese sueño. Probablemente me esté volviendo loca, pero es que parecía tan real.... Esa luz me resultaba muy familiar al igual que la voz insertada en mi mente, pero no logro encontrar una similitud y, cada vez, que lo intento, un agudo pinchazo me atraviesa la cabeza. En fin... Ahora mismo, la mayor preocupación que debo tener es la sangre que acabo de escupir.

Justo en ese momento, aparece Inuyasha.

- Puedes quedarte tranquila.

- ¿Qué te ha dicho?

- Claramente, tu cuerpo está rechazando el veneno y lo está expulsando de esta forma. La sangre es por culpa de los efectos. No sólo eso te hace mal. Al parecer, el líquido que te puso mi madre puede llegar a dañar un poco los tejidos al principio. En unos días estarás como nueva.

- Resumiendo, ¿estaré bien?

- Sí.

- Bien...- suelto el aire retenido en mis pulmones.- ¿Podemos dar un paseo?

- ¿Ahora? Deberías descansar.

- Puedo parecer un flan, pero necesito coger aire.

- He oído que han abierto una feria hace unos días, si quieres podemos ir.

- No es mala idea. Déjame unos minutos para darme una ducha, no creo que el estar tantos días inconsciente y encima haber vomitado me ayude a tener un mejor aspecto.

- ¿Seguro que estás bien?

- Sí, tranquilo.

- No sé, no termino de fiarme.

- Oyee. ¿Por qué?

- Sé que harías cualquier cosa sólo para no preocuparme.

- Me conoces bastante- sonrío-, pero no, esta vez no te estoy mintiendo.

- Vale. Pero al menos, permíteme quedarme fuera por si sucede algo.

- Hombre, dentro no te vas a quedar.

- O sí- dice enarcando las cejas.

- ¡Maldito pervertido!- bromeo lanzándole un cojín.

- Quieres y lo sabes.

- ¿A que me esperas fuera de la casa?

- Guapa, es mi casa.

- Creo que a Izayoi no le importaría mucho ese detalle.

- No entiendo cómo te puede preferir a ti antes que a mí. Menos mal que soy su hijo que si no.

- Oooh. El pobre bebé se siente triste por falta de atención. No pasa nada, yo te quiero, a ratos, pero te quiero.

- Cómo se nota que ya estás mejor.

- Idiota- río.

- Acaba de despertarse y ya me insulta y me dice que no me quiere, me voy a deprimir.

- Eh, eh, yo dije que a ratos.

- Para mí eso es lo mismo.

- Bueno, yo soy responsable de lo que digo, no de lo que entiendas.

- Alaa. ¿Y esa frase poética tan repentina?

- El instagram- respondo encogiéndome de hombros.

- Cómo no.

Aparto las sábanas y me levanto deprisa. No tardo en arrepentirme cuando pierdo el equilibrio. Por suerte, Inuyasha me agarra a tiempo.

- Y la damisela fue salvada en el último momento por su apuesto príncipe.

- ¿Un príncipe? ¿Dónde está? Preséntamelo algún día porfa.

- Ja, ja, muy graciosa.

- Lo sé.

Espero unos segundos apoyada en su hombro antes de soltarme y caminar por mí misma.

- ¿Segura que estás bien?

- Ya te lo he dicho.

- Está bien.

Entro en el baño y decido meterme en la bañera en vez de darme una ducha, no quiero correr el riesgo de volverme a caer. Dejo que el agua vaya llenando la superficie en lo que me desvisto. Desabrocho mi camisa y me inquieta ver lo que me encuentro debajo. Una mancha oscura se deja ver levemente sobre el sujetador. Hago lo mismo con el sostén y, cuando  cae al suelo, llevo las manos a mi boca. Ese tono oscuro se extiende a lo largo de mi pecho izquierdo con más intensidad a medida que llega al centro de este. Llevo mis dedos hasta la zona y me tranquiliza un poco el hecho de que no me duela. Sólo espero que sea debido a lo mismo que el resto. Me doy la vuelta e intento borrar los pensamientos que inundan mi mente. Decidido, me voy con Inuyasha y ya está.

Me quito la ropa restante y meto los pies en el agua. Me deslizo dentro y me detengo al llegar a las vendas de mi costado. ¿Debería quitármelas? Observo la sangre que las ha traspasado. Ya qué más da. Me dejo caer y cierro los ojos cuando el agua hace contacto con mi cuerpo adolorido.

Varios minutos después, agarro una toalla y ayudándome de los bordes, me pongo de pie. Busco unas tijeras y, con cuidado, voy cortando la tela dejando a la vista varios cortes de gran profundidad. Cojo unas gasas con agua oxigenada y palpo suavemente sobre ella. Inspiro con cada roce para soportar el dolor. Vuelvo a cubrirla y me enrollo con la toalla, ya me volví a olvidar la ropa fuera.

- Luego dice que no quiere provocar.

- Cállate, se me olvidó la ropa.

- Excusas. ¿Qué es eso?- pregunta cambiando el tono a uno más serio.

- ¿De qué hablas?

- Tienes un hematoma en la espalda.

- Ah, eso. No es nada, fue de la caída- respondo nerviosa.

- Déjame ver.

- ¡No! ¡¿Estás loco?!

- ¡Hey, no pienses mal!

- Ya te dije que es, ahora deja que me vista.

- Bueno...- comenta seco.

Voy al armario y me decido por un vestido de invierno negro junto a unas medias y botas del mismo color. Una vez en el baño, arreglo como puedo mi pelo, doy algo de color a mi piel con un suave maquillaje y me termino de vestir.

- ¿Vamos?

- Guau...

- Ya, ya, deja el cuento para más tarde.

- Vale, vale. Aunque sólo digo la verdad.

Sale delante de mí y aprovecho la ocasión para verle. Él también se ha cambiado. Ha sustituido su ropa de deporte por una camisa negra y pantalones vaqueros ajustados. Sin duda, está increíble.

- Luego soy yo el que necesita un babero- dice burlón guiñándome un ojo.

- Idiota.

Inuyasha y Kagome ¿Jugamos? Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon