kapitel achtzehn. (18)

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018.

Eran buenas noticias, ¿no? Eso significaba que Volker no tendría que mantenerse atado a mi vida cuando no era lo que él deseaba. Lo único en lo que pude pensar al instante fue en lo aliviado que él se sentiría al enterarse.

Por otro lado, estaba el hecho de que Milen estaría presente por lo menos en los siguientes dieciocho años (o eso esperaba). Habría que llevarlos a la escuela, ayudarles en las tareas y llevarlos al campamento de verano. Luego, estaríamos para apoyarlos en sus elecciones universitarias y después para sus graduaciones. La simple idea no lograba emocionarme del todo. Seguía sintiendo en el estómago la duda enorme que cualquier otra mujer en mi lugar tendría: ¿Realmente él iba a quedarse? ¿Qué tanto podía yo confiar en su palabra? No sería la primera vez que Milen me fallaba, y también sabía que no sería la última.

Con el poco equilibrio que me quedaba, me levanté del asiento totalmente dispuesta a salir del consultorio y enfrentar de una vez por todas ese miedo que me carcomía las entrañas.

Pero, al querer girar el picaporte, alguien del otro lado de la puerta me ganó. Ésta se abrió hacia adentro, tendiéndome que dar unos pasitos torpes hacia atrás.

Era Volker. Sus magníficos ojos azules me hipnotizaron durante un segundo hasta que vi lo vidriosos que estaban. Quizás no esperaba encontrarme tan de frente, ni tan de repente, pues en cuanto me vio se enjugó una lágrima traicionera que caía por su pómulo.

—No pude soportarlo —empezó a decir. En algún momento yo terminé acorralada contra la pared mientras lo veía derrumbándose ante mis pies—. Dime, Verena... —tal vez vio la gran confusión y consternación en mi rostro, pues de pronto su semblante cambió—. No soy yo. No soy yo, ¿verdad?

—Volker, no. Lo siento. —No dejé que dijera algo más, y él tampoco me lo permitió. La verdad era que yo no quería decir nada más. Era inútil. Rodeé su cuello con mis brazos y dejé que apoyara su cabeza en mi hombro. No lloró, no añadió nada más. Nos quedamos en un doloroso silencio que, para mi buena o mala suerte, no duró demasiado.

—Estabas embarazada desde antes. —Sonó más como una pregunta. Me encogí de hombros porque no conocía la verdadera respuesta. Tal vez sólo tenía un par de días de gestación cuando me percaté.

—Creo que es la explicación más factible.

—Soy un idiota por haber creído que era yo —bufó sin gracia y luego me soltó. Me imaginé que no querría estar cerca de mí—. Te hice pasar por esto cuando tal vez no era necesario.

—Nunca lo sabremos, al menos no hasta recordar qué fue lo qué pasó exactamente esa noche.

Los dos tratamos de reírnos pero fue la risa más incómoda y falsa de nuestras vidas.

Volker depositó un cálido beso en mi coronilla y estiró la mano al picaporte para abrir la puerta.

—Creo que tienes noticias que dar.

(...)

A diferencia de la emotividad que había logrado formar con Volker, la hora de la verdad con Milen había sido terriblemente incómoda y me hizo sentir furiosa.

En cuanto salí a la sala de espera, Milen se puso de pie secándose las palmas de las manos en el pantalón. Las palabras me sobraban, así que lo único que hice fue tenderle el sobre y esperar a que terminara de leer los resultados.

Lo que harías por nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora