kapitel sechsundvierzig. (46)

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046.

Verena

Volker parecía haber visto un fantasma.

—¿Cómo entraste? —Le pregunté al tiempo que temblaba mi labio. Milen cruzó los brazos sobre el pecho, suspirando con fuerza. Nos había interrumpido.

—Yo... Lo siento, tomé tu llave por si surgía alguna emergencia. He dejado mi localizador por aquí —levantó la mano derecha, mostrando el artefacto que había olvidado. Seguramente estaba en la estancia, donde había dormido aquella noche.

—Y pensaste que sería buena idea irrumpir en la habitación sin preguntar —soltó Milen.

Volker sonrió de lado.

—Bueno, así puedo felicitarlos a ambos por su compromiso —rió, chasqueando un poco la lengua—. Creí que apenas y lo tolerabas.

Me echó una mirada juiciosa, y luego una igual a Milen.

—Es verdad, pero esto no es asunto tuyo.
—Sí, tienes razón... —Rascó la parte de atrás de su cabeza, aparentemente avergonzado—. Los veré después.

Titubeando, nervioso y con una mirada de confusión, terminó por darse la vuelta. No fue hasta que escuché la puerta principal cerrándose que pude articular palabra.

—¿Y qué hay de Freya?
—Es evidente que ella no está invitada a este matrimonio —sonrió, intentando, sin mucho éxito, ser gracioso.
—No puedo creer que estés haciéndome esto otra vez.

¡Era cierto! La idea de casarme con Milen de por sí era descabellada —aunque tuviéramos dos hijas—, y no podía imaginarme una vida a su lado. Ya había dejado esa etapa atrás, en la que pensaba que él y yo tendríamos un futuro juntos. Una parte de mí, muy en el fondo, creyó que terminaríamos distanciados, peleados por la custodia de nuestras niñas. Por un momento, hasta llegué a pensar en esa loca película donde los padres se separan y se repartían a sus hijas como si fueran chocolates, para no volver a verse nunca más.

Deseaba evitar el drama a toda costa, sin embargo, nuestra historia y relación parecían basarse en eso.

—Ella entenderá mi decisión. eres mi familia.
—Pero a ella la amas.
—Yo...
—Por favor, no digas que también me amas a mí. Honestamente, no voy a creerte.

Crucé los brazos sobre mi pecho y di un par de pasos hacia atrás. Milen lo interpretó como una señal para acercarse más, haciendo que yo terminara con la espalda contra la pared.

—No sé cómo hacerte bien, ni cómo hacer que las cosas funcionen. Sólo sé que quiero hacerlo, ¿eso no cuenta?
—Claro, con la intención es más que suficiente —dije de manera sarcástica. Una mueca parecida a una sonrisa apareció en sus labios—. Nadie sabe cómo hacer funcionar una relación hasta que la tiene y está hecha añicos, pero no se arregla pidiendo matrimonio. Sobre todo a una mujer a la que demandaste por tu propia irresponsabilidad.

Su mano, por instinto, se posó sobre mi cintura. El calor de su piel contra mi pantalón podía quemarme. Era Milen, el mismo que hacía que mis piernas temblaran de nervios y de placer; el hombre con el que jamás pensé llegar hasta este punto. Estaba cansada emocionalmente, no tenía las fuerzas para seguir discutiendo algo que no tenía pies ni cabeza, y sobre todo, porque él no entendía que no era manera de arreglar las cosas.

Y tampoco yo.

—Lo único que deseo es que Viktoria y Marlene crezcan en una familia sana y un ambiente tranquilo. Suficientes traumas tienen sus padres y no quiero que ellas pasen por lo mismo...
—Pensamos igual —añadió.
—Es por eso que jamás podemos casarnos, ¿entiendes? Nunca. No terminaría bien, tú... No sabrías cómo. Al menos no conmigo.

Lo que harías por nosotros ©Where stories live. Discover now