kapitel vierundzwanzig. (24)

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024.

Aspen había pasado toda esa mañana conmigo. Pidió en el trabajo un permiso especial para quedarse en el hospital y así poder desayunar juntas. Me ayudó a duchar y elegimos un atuendo bonito para ese día. La bata de paciente me tenía cansada y sabía que no era bueno para mis emociones frágiles de embarazada. La psicóloga que Volker había conseguido para mí nos había dicho que lo mejor era actuar como si aún estuviera en casa y no confinada en una habitación de hospital.

Los días en San Francisco aquella semana habían sido frescos. Por la mañana salía el sol que calentaba a los habitantes de camino al trabajo aún a las siete de la mañana, y por la tarde, al ocultarse, el viento cálido poco a poco se enfriaba.

—¿Cómo te has sentido? —Me preguntó una vez que me ayudaba a atar las agujetas de mis zapatos deportivos.

—Como una foca con obesidad mórbida, pero intento mantener una sonrisa.

Aspen se rio.

—Y... ¿emocionalmente? Me refiero a... la ausencia de Milen y el repentino interés que Volker puso en ti. Imaginé que sería mucho que asimilar.

Después de la última llamada que había tenido con Milen, yo sola me había propuesto no pensarlo. No quería buscarlo, mandarle mensajes ni intentar telepáticamente que volviera a llamarme. Me habría gustado también el no haber tenido que utilizar el dinero de gastos médicos, pero tristemente no me quedaron muchas opciones. Ya era suficiente con lo que Volker me había conseguido, así que debía pagarlo. De alguna u otra forma.

—De Milen no quiero hablar, y de Volker no lo sé. Son sentimientos encontrados que no quiero confundir. Somos amigos, As, y aprecio lo que ha hecho por mí. Es todo.

La rubia chasqueó la lengua y asintió lentamente sin decir otra cosa. Quizás era mi momento para hablar.

—Ya que los últimos meses mi vida personal ha sido toda una novela... Mejor cuéntame sobre la tuya. ¿Cómo va todo con Émile?

—Quería decírtelo pero no quería que te alteraras. Sé que no es bueno para tu corazón en estos días —sonrió.

—Aspen, diiiimeeee. ¿Ya le diste una respuesta a ese pobre hombre?

Sus ojos me lo dijeron todo. No hubo necesidad alguna de que abriera la boca.

—Le daré una oportunidad a mis instintos esta vez. Sólo espero que todo salga como debe... No pido nada perfecto, pero sí que sea real.

—Tú y yo sabemos que ese hombre lo es. Es bueno, mädchen. Estoy muy feliz por ti.

Ella frunció los labios, como si se sintiera extrañamente incómoda con la conversación. Extendí los brazos hacia ella para estrecharla. Le acaricié el cabello instintivamente porque era algo que Aspen solía hacer, aunque no entendía bien por qué. Me imaginé que mi instinto de madre estaba floreciendo gracias a ella.

Cuando decidí terminar con nuestro abrazo, alguien llamó a la puerta y Aspen dijo que se podía pasar. Esperaba encontrarme con la enfermera que solía pasar a esa hora de la mañana para preguntar cómo me encontraba, pero en lugar de visualizar la complexión delgada y bajita de aquella mujer, me encontré con el bien trabajado y tonificado cuerpo de Volker. Utilizaba una camisa azul rey debajo de la bata blanca. Los pantalones se le ceñían a las piernas y tuve que abofetearme mentalmente para no seguir comiéndomelo con la mirada.

Mis hormonas de embarazada me pedían a gritos SEXO, SEXO. Sentía como si mi virginidad hubiera vuelto a aparecer después de todos esos meses sin contacto físico masculino.

Lo que harías por nosotros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora