La noche de San Valentín había caído tan rápido que él apenas se daba cuenta.
Era el segundo San Valentín que pasaba con su enamorado, un joven más bajo que él pero con un corazón enorme, músculos que le hacían sonrojar y una sonrisa que contagiaba ciudades, más bella y natural que mundos sin explorar.
El primer día de los enamorados que había pasado con él, Jongup, su novio, le había hecho una cena por sus propias manos, una delicia en la cual su paladar se perdió de vicio. Se sintió tan especial y único en aquel día que sólo quería ofrecerle lo mismo a su pareja.
Pero tan sólo era un jovencito con muy poca experiencia en la cocina; corría de un lado a otro, intentando hacer todo al mismo tiempo, pero todo parecía resultar un desastre, se había quemado la mitad de todo lo que había preparado, y el postre había quedado no tan delicioso como lo apreciaba en su mente.
Nada tenía que ver sus platos con aquellas fotos en las recetas y su pecho se oprimió con completo dolor, se sintió un inútil y de sus ojos escaparon las primeras dos lágrimas, cuando menos lo esperó su llanto era desatado tan cual como una cascada, desahogando todo lo que sus manos, con desastre, habían creado.
Se sintió tan tonto que poco a poco su cuerpo se resbaló hasta el suelo, abrazó sus rodillas y hundió su rostro para llorar sin que la vergüenza le viera la cara.
El timbre sonó y cuando abrió la puerta los ojos de su enamorado le vieron con terror. ¿Por qué aquel ángel frente a él estaba llorando?
— ¿Qué sucede Zelo? — Preguntó preocupado, le tomó del cuerpo, le abrazó con fuerza estrechándolo en sus brazos y el menos se hundió en su cuello.
— Soy un desastre — Fue sólo lo que dijo.
Él deseaba un San Valentín romántico, de ensueños y ahora había terminado llorando sobre Jongup.
El mayor entró a la casa y una vez que Zelo le explicó, rio.
— La comida no es lo importante, lo importante es estar contigo. — Tomó su mano y un beso le dio.
— Pero el año pasado tú cocinaste... — Quería volver a llorar, y Jongup rascó su nuca nervioso.
— Oh... Himchan hyung me ayudó. — Admitió. — Creo que ambos somos un desastre.
Ante sus palabras Zelo se sintió feliz, reconfortado y desde su defecto logró sacar una sonrisa.
Jongup se colocó un delantal y juntos intentaron cocinar. De vez en cuando el mayor tomaba por la cintura al menor, besando su nuca; haciendo que aquel San Valentín fuera más especial que ninguno.
Porque allí el menor vio que no se encontraba solo y que cuando más le necesitase Jongup estaría para él, apoyándolo y haciéndole sentir tan especial como siempre.
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