D i e c i n u e v e

11.6K 1K 104
                                    

Iñigo seguía estacionado afuera de la casa de Christina, mientras esperaba que ella entrara. No sabía como sentirse, en su mente estaba claro el motivo que Christina tuvo para no aceptarlo. No cualquier persona acepta casarse con un extraño así como así.

Pero aún no quería dejarse vencer. Era la primera mujer con la que pensaba en formalizar antes que cualquier otra cosa. Jamás se catálogo a sí mismo como un mujeriego. Simplemente no tenía tiempo para esas bobadas. También sabía lo que se hablaba de él. Que era probable que fuera gay, ya que no se le había visto con ninguna mujer. Pero, la verdad era que él no era para andar jugando con las personas, nada tenía que ver su soltería con su orientación sexual. Más bien por su convicción familiar.

Y vaya, justo cuando está dispuesto a comprometerse a una mujer, ella no estaba interesada en él. Y no podía juzgarla. Era de locos lo que él le pedía. Y aún así trataba por todos los medios que ella lo aceptara, tanto como ella trataba que él desistiera de esa loca idea de casarse.

Carajo, estaba perdido. Demasiado perdido. Odiaba sentirse tan vulnerable. Quería obligarla, hacerla ver que era lo mejor para los dos, pero sabía que no podía, que no debía... no quería hacer ninguna estupidez en el calor del momento. Aunque ya había empezado a fallar desde que le dijo que era una cobarde.

¿Que tengo que hacer para que me aceptes, Christina? ¿Que me hace falta para ser el hombre de tus sueños?

Se sentía como un idiota pensando de esa manera. Nunca ninguna mujer lo había hecho sentir tan inútil, tan poco adecuado ni tan imbécil.

Es que enserio que me haces sentir como la mismísima mier-

Miró justamente en ese instante hacia la ventana del pasajero, y presenció una de las peores caídas que alguna ves hubiese visto. Pero lo peor no fue eso, sino que sin importarle nada en menos de un segundo él ya estaba afuera de su auto corriendo como loco para ayudarla.

La llamaba, pero no recibía ninguna respuesta, lo que hacía que se preocupara más. ¿Se habría desmayado? O, ¿es que no lo escuchaba por el dolor? De cualquiera de las dos formas, nada parecía mejor.

Olvidada estaba la pelea que acababan de tener, y lo único que le importaba ahora a Iñigo era saber si ella estaba bien. Saber si Christina estaba bien.

Se agachó hasta quedar a la altura de la chica, y tomando su cara entre sus manos empezó a examinarla con la mirada. Ella no le dijo nada por un par de segundos, mientras Iñigo seguía buscando heridas por su cuerpo.

Había sangre, y al instante pudo visualizar de donde provenía el líquido. Sus codos estaban heridos, y la lluvia diluía la sangre por lo que parecía peor de lo que en verdad era. No dudaba que para el día siguiente sus brazos estarían morados.

Pero lo que más le preocupaba era que no le había dicho nada, no se había movido tan siquiera. Así que fue lógico que pensara qué tal vez se había quebrado algo. Aunque esperaba que no fuese así.

"¿Puedes moverte?" Preguntó mirándola a los ojos.

"Creo que me he doblado el tobillo." Murmuró débilmente intentando complacer la petición de Iñigo.

Aunque debía de aceptar que le dolía más que nada moverse en general, incluso le dolía respirar. Pero al final con mucho esfuerzo movió los brazos y piernas, y le dio gracias a Dios que por lo menos no se había quebrado ningún hueso. Aunque ahora si estaba segura que se había doblado el tobillo, que empezaba a hinchársele

Cásate Conmigo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora