C u a r e n t a y u n o

10.3K 836 137
                                    

"Una última pregunta, ¿cuando me pueden dar el alta, estoy impaciente por regresar a casa." Preguntó a Iñigo cuando el doctor terminó de explicarles como iban avanzando las cosas.

Christina estaba escuchando atentamente las palabras del doctor, sabía que Iñigo no seguiría al pie de la letra las indicaciones y sería cuestión de ella  seguirlas. Quería ver a Iñigo recuperado lo más pronto posible, pero conociéndolo, solo empeoraría las cosas por no cuidar lo que hacía.

"Bueno, si nada inesperado sucede dentro de uno o dos días podrás regresar a casa. Pero tienes que estar consiente que no puedes hacer ningún tipo de esfuerzo por las próximas semanas, y tienes que venir a tus consultas entre la semana."

"Si, si, estaré aquí y haré lo que me diga si eso significa que por fin puedo salir de aquí."

"Bueno, me alegra escuchar eso. Vendré más tarde para ver cómo siguen las cosas, buenas tardes señor, señorita." Se despidió el doctor.

Christina se levantó del sillón cuando el doctor hubo salido de la habitación. Sonriendo miró a Iñigo antes de hablar:

"Tienes que portarte bien, ya has oído al doctor."

Iñigo rodó los ojos de manera juguetona "no soy un niño, sabes."

"Pues a veces pareces uno." Respondió Christina

"Ya no me regañes, pues, mejor ven para acá." Pidió Iñigo mientas le tendía su mano para que la tomara.

Christina no muy convencida caminó hasta la cama y tomando su mano sintió como Iñigo la haló hacia donde el permanecía acostado. Pronto ambos estuvieron acostados en la cama y el hombre aprovechó para besar a Christina en los labios suavemente. Aquello se había convertido casi rutinario, se besaban cuando estaban solos, o realmente cuando alguno de los dos lo quisiera. Y parecía que ni a ella ni a él les molestaba en lo absoluto.

Una ves hubo terminado su sesión de besos, Iñigo se percató de algo colgando de la garganta de su chica, y el corazón le empezó a latir fuertemente por alguna extraña razón. Tomando entre sus dedos el corazón sólido de oro lo acercó a sus labios y cerrando con fuerza los ojos le plantó un suave beso. Aquella pequeña cadena que le había dejado a su novia hacia un par de semanas significaba mucho para él. Era la ilusión de algo prohibido, pero anhelado.

"Aún lo conservas..." susurró pensando en que hubiese hecho si no siguiera en el cuello de la chica.

"Realmente nunca me quite la cadenita. En tu ausencia me recordó mucho a ti, aunque estuviese molesta o distanciada de ti." Dijo la chica apartando la mirada de sus ojos intensos. Con vergüenza bajo la cabeza y escondió su rostro en el pecho fornido de Iñigo.

"Yo también pensé mucho en ti, pero eso ya lo sabes."

"¿Donde estuviste estos últimos días?" Pregunto titubeante. "Lo último que supe de ti fue que estabas de vacaciones, y luego esa llamada del hospital... cuando llegue el lunes por la mañana a trabajar, quería hablar contigo, y cuando me dijeron que te habías marchado sentí que te perdía. Y volví a revivir la misma sensación días después cuando me llamaron para avisarme lo del accidente."

"Creí que querías que te dejara en paz, que te dejara pensar las cosas. Además, me rompiste el corazón, y tenía que reponerme. Sé que suena patético pero honestamente estoy harto de fingir algo que no siento, o quedarme callado."

"No quería que te alejaras... estaba muy confundida, eso era todo. A veces eres muy—" parecía haberse quedado sin palabras, mirando hacia el cielo solo pudo suspirar "eres muy intenso. No estoy acostumbrada a eso. Cuando te fuiste de mi casa esa noche sentí que lo había arruinado todo, y me dolió demasiado. Por eso le di vueltas en mi cabeza al asunto todo el fin de semana, y estaba decidida a dejarme convencer una vez más que lo mejor sería estar contigo, casarme contigo. Te busque el lunes por la mañana, pero ya te habías ido..."

Cásate Conmigo. Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora