Capítulo 10

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Posición defensiva como en un partido de fútbol, van a contraatacar, no se van a precipitar, si hacen un movimiento brusco esos lobos endemoniados atacarán. Los acechan, solo escuchan los aullidos y ven a lo lejos ojos brillantes. Un movimiento en falso y puede significar el comienzo.

Sebastián echa hacia atrás a Julia, la protege y ella lo siente. Nota el instinto de resguardo, está tenso, preocupado, sabe que aún están un poco lejos de la aldea, logran vislumbrarla y la gente de la aldea también los logra ver, a ellos y a los lobos. Están alertas. Sienten la presencia de sus aliados pero también la de sus enemigos.

El auto está lejano y el grupo está a la misma distancia, lo mejor es ir hacia adelante.
Aullidos. Entre los árboles ojos brillantes intimidan. Ellos son las presas, los lobos naturalmente siendo cazadores.

Un bosque inmenso, superficie de tierra, el polvo al pisar se levanta, los árboles son muy grandes, el tronco es delgado, pero las ramas son densas en algunas partes, en otras aún logra verse el cielo.

Comienzan a caminar. Julia piensa que parecen los espartanos de esa película de Zack Snyder: 300. Si así fuera a cada uno le tocaría luchar contra cien, solo son tres.
Formando un círculo, cubriendo con toda la visión posible su segmento, deben de cubrir todo, Julia por la derecha, Sebastián por la izquierda y enfrente, mientras Ramsés la parte de atrás. Siguen caminando. Callados, nada de ruido, cualquier sonido puede alterar a esos demonios. Los aprendices saben que esos lobos ya conocen que ellos están ahí. Siguen hacia la aldea. Los aldeanos están al tanto de la situación, por eso aún no comienzan a controlar el aire, están en defensa, esperando lo que sea. El maestro Mehmud está con ellos, todos en el centro de la aldea mientras el trió sigue caminando. Sí, definitivamente parecen espartanos en esa escena en la que Leónidas mueve a su ejército de 300 hombres por un pequeño estrecho. Ojala esto no termine como la película.

Ojos alrededor cada vez más cerca, también de la aldea.

—Ya estamos a punto de llegar, no se preocupen. —dice Sebastián.

—Hay que apresurarnos un poco, corremos mucho peligro. —comenta en voz baja Ramsés, que va volando a las cabezas de los chicos.

Sonido de rama quebrándose. Julia la ha pisado y ha perpetrado el profundo silencio.

Todos la escuchan.

Gruñidos.

Una ventisca.

El sonido que produce las alas Ramsés mientras vuela y un grito:

— ¡Colócate detrás! —le grita Sebastián a Julia y la empuja atrás de él.

Sebastián saca su encendedor. Chispa. Pisadas de lobos, bestias rápidas. Fuego. Aullidos. Y al final una estela de fuego circular que los cubre alrededor para protegerlos de los lobos, todos miran la luz que produce la llamarada.

Otros lobos van hacia la aldea, se siente un inmenso aire y se escuchan los cantares caninos, parece que son bastantes.

Cuando Sebastián había regresado a la mansión apenas habían logrado purificar cuatro cuerpos de lobos, lamentablemente dos de sus gentes murieron. Parece ser que todos los que se lograron ir llamaron a más de esas bestias.

Ramsés sale volando del círculo y mira los alrededores desde arriba de las copas de los árboles, son demasiados, haber traído a Julia ha sido un error, corre un gran peligro la elegida.

Sebastián y Ramsés tienen una meta en común: tienen que proteger a la chica.

— ¡Ramsés, yo controlaré por fuera, tú revisa que Julia esté a salvo!

Aprendiz de ElementosWhere stories live. Discover now