Les contaré la historia de una enamorada, una chica tierna, con las lágrimas remojadas en el crepúsculo, y el sentimiento en el pico del olvido.
Ella lo amaba, amaba a D, un alma atormentada por los delirios de la conciencia, por los nubarrones cargados de intelecto y de lluvia.
Ambos color panela, se mezclaban entre el aliento de palabras tiernas y manos en el rostro, ambos deseaban sus labios mutuamente, pero no eran capaces de mezclar sus cielos en la cúspide de la tormenta. Tal vez no querían arriesgarse, pero no eran conscientes que al mezclar dos cielos lluviosos obtenían un clima acogedor, un ambiente lleno de líneas amarillas y puntos dorados.
Lástima, lástima que el se desbordaba llorando y ella con los remolinos en el estómago y las palabras amargas como el limón. Lástima, ambos eran su cura mutua, pero ninguno de los dos se atrevía a probar un bocado.
Querían morir así, sin conocer como se mezclan las oscuridades para formar a el sol.
