Caí entre los escombros que había dejado el cielo, allí enterrada entre las miserias de los sueños perdidos, acurrucada con deseos olvidados. Me convertí en uno más, uno más de ellos, de los vagabundos de la oscuridad, aquellos que se mecen entre las periferias de la luna, y la energía del sol, aquellos viajeros que abandonados se jugaron la existencia en un tablero de ajedrez color azul.
Movía mis fichas, junto con los demás, pronto entendí que en aquel juego de escala galáctica, mis movimientos no importaban, siempre perdería, solo tenía que saber disfrutar el movimiento y el naufragio violento de cada jugada.
En el día, charlaba, y en vez de observar al cielo, me dedicaba a mirar la tierra; allí yo era un sueño que había desaparecido, era la llave perdida que abría el candado de algún alma rota.
Me desecharon como basura, pero aquí arriba, podía cerrar los ojos recostada en la luna, y darme cuenta de que quizá los sueños de la basura, eran mejores que los que se hicieron reales.
