11. La primera estrategia seria.

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Narra Aitana.

Tomé la manilla de la puerta y tiré de ella con fuerza hacia dentro.

- ¡Aitana! - se lanzó a mis brazos. - Dios no tienes ni idea de lo que te he echado de menos, que horror de verdad. Era un agobio... - Yo reí y dejé que Amaia me abrazara de nuevo. - ¿Y Cepeda? - preguntó ya colgando su abrigo en el perchero de la entrada.

- Luis está durmiendo. Vino un amigo médico suyo por la mañana a mirarle algunas heridas.

- ¿Cepeda tiene un amigo médico?

- Más o menos.

- ¿Más o menos?

- Es veterinario. - Amaia estalló en carcajadas.

- ¿Y los demás? Creí entender que habíamos montando un campamento de salvamento o algo en plan loca academia de policía. - reí ante su comentario.

- En el salón, precisamente buscando una solución entre cachos de pizza. - al oír la comida, Amaia se dirigió directamente al salón encontrándose y saludando al resto de la tropa.

Estábamos todos entre sentados y tirados por el suelo. Riendo, pasándolo bien, hasta olvidando por un segundo lo imposible que nos estaba haciendo la vida un puto enfermo.

Las cajas de pizza se amontonaban sobre la mesa de café y las botellas de cocacola hacia un poco de tiempo que habían dado paso a otras, buscando quizás una lluvia de ideas más dinámicas.

- Podríamos como buscar gente y cuando saltaran, ir a por ellos. - Propuso Ana mientras se servía otra copa de vino tinto, era quizá a la que peor le estaba sentando.

- Morena, ¿quieres liarte a palos con esa gente? - tomó la copa de sus manos para llevarla a su boca. - Creo que llevas suficiente en el cuerpo.

- No es una idea tan descabellada. - apuntó Amaia. Hubo un silencio de verdadera meditación sobre la en un principio absurda propuesta de la canaria.

- Supongamos que hacemos eso. - di un nuevo trago a mi copa. - Supongamos que incluso les ganamos la pelea. ¿Qué creéis que vamos a conseguir con eso? Solo cabrearlos más. - di una vuelta al vino en el vaso y volví a beber esperando una nueva idea. Mimi llevaba un rato callada, pensando de una forma bastante intensa. Hasta se estaba poniendo roja, o quizás era efecto del albariño que Luis guardaba cuidadosamente en uno de los armarios del salón.

- Si nosotros les tendiéramos la trampa y les ganáramos no conseguiríamos nada. - Ricky se dispuso a aplaudir la increíble capacidad de deducción de la rubia, pero continuó su discurso interrumpiéndolo. - ¿El problema con la policía era la clara falta de pruebas físicas no? - todos asentimos. - Si ellos fueran con nosotros, los estarían pillando con las manos en la masa.

Hubo un silencio de procesamiento de varios minutos en los que todos apoyamos nuestra copa a un lado para barajar lo que podía ser la primera estrategia seria.

- Yo lo veo bastante bien. - rompió el silencio Ricky.

- Si es que eres súper lista cuando quieres, rubia. - dijo Ana dando un beso a Mimi en la mejilla y dejándola totalmente confundida.

- ¡Pues ya está, a salvar el mundo! - gritó Ricky mientras era victoreado por Amaia.

- Un momento. - hablé interrumpiendo la pequeña celebración que se estaba improvisando. - Es un riesgo muy grande. Estamos usando a Luis como un señuelo, pero ¿y si sale mal?

Oímos unos golpes en la puerta que nos indicaban que alguien la estaba abriendo.

Luis apareció apollado en el marco de la puerta rascándose la nunca y aún un poco adormilado. Estaba aún en pijama, descalzo sobre el parqué y con los ojos hinchados.

Tal vez no había dormido demasiado bien y el cansancio lo había hecho despertar a casi las cuatro de la tarde.

Me fijé en las vendas que aún cubrían parte de su abdomen. El veterinario, como Luis aseguraba, había hecho un trabajo muy similar al que le habrían hecho en cualquier hospital. Era un vendaje totalmente normal, pero el hecho de saber que había sido realizado por un veterinario me haría ver a Luis como un pastor alemán enfermo hasta por lo menos dentro de dos semanas.

Cruzamos una mirada incómoda. No habíamos hablado después de aquel beso, un "joder Luis", un intento de huida, de recular, una pequeña discusión, rencores del pasado, trapos sucios. Abrimos el cajón de mierda y lo volvimos a cerrar en apenas cinco minutos. Supongo que aún no estábamos preparados para tener una conversación sobre lo que aquello había significado, o por lo menos no en este momento.

- Roi va a traer a la niña. - nos informó finalmente despareciendo de nuevo en la cocina.

Luis se encontraba bastante mejor y su aspecto lo corroboraba. Al menos ahora podía desplazarse por la casa sin ayuda y permitiéndonos volver a hacer bromas con paralíticos para meternos un poco con él.

- ¿La hija de Luis? - preguntó Amaia probablemente recordando la conversación de los columpios aquella tarde. Yo asentí.

No había tenido tiempo de contarle mucho de lo que había pasado en los últimos días a Amaia. Apenas sabía lo mío con Abel y la paliza que le habían dado a Luis.

No pasó demasiado tiempo hasta que el timbre volvió a interrumpirnos. El gallego abrió la puerta y golpes duros y rápidos sobre el suelo nos indicaron que la niña había corrido a abrazar a su padre.

- Deberíamos hablar de todo esto con Cepeda. - concluyó Ricky mientras recogía su copa para ir a saludar a la recién llegada que no tardó en irrumpir en el salón.

- ¡Tú eres Amaia de España! - señaló a la de Pamplona que se sorprendió un poco.

- Si. - respondió ella con su tono mas adorable. - ¿y tu cómo te llamas?

- Aitana. - Amaia se atragantó con el trago de vino y empezó a toser sin parar. Ricky tuvo que darle un par de palmadas en la espalda.

Amaia me dedicó una mirada llena de razón. No sabía la razón exactamente, pero conocía lo suficiente esa expresión como para saber que me estaba gritando internamente.

- Creo que deberías hablar tú con Cepeda. - opinó Ricky. - Sobre el plan y eso. - yo asentí y abandoné el salón buscando a Luis sin antes terminar de oír la conversación entre Amaia y Aitana.

- Y ahora se van juntitos los dos a hablar. - sonrió la pequeña maliciosamente. Amaia la miró súper emocionada.

- ¿A que sí? - la niña asintió dándole la razón. - ¿Tú has visto como se miran? - preguntó Amaia apoyada con imágenes visuales en su móvil y ante la atónita mirada de sus compañeros. - ¿Y esas dos de ahí?¿ Qué te sugieren? - dijo haciendo referencia a las mujeres que aún quedaban en el piso y que ahora la miraban muertas de vergüenza. Si es que parecía que pensaban que no se las escucha solo porque hablen un poco cerca de la oreja de la otra.

- No se, no me acuerdo de sus nombres. Quizás.

- Son warmi. - respondió segura. - Aún tengo mucho que enseñarte, pero el alma shipper ya la llevas dentro, joven jedi.

Negué con la cabeza. Para pegarse un tiro, de verdad.

Sin LuzWhere stories live. Discover now