24. Tenemos que hablar.

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- Y estiras el meñique para llegar a última tecla blanca, el re, para luego volver al fa sostenido. - indiqué mientras me acomodaba de nuevo en el asiento. Dani lo hizo siguiendo mis instrucciones y terminó la canción en un acorde mayor. Sonaba bien.

- Me gusta mucho. - me sonrió amable. - Gracias por enseñármela. - Yo asentí.

- De nada. Te queda bien. - me giré un poco hacia él. - Me encanta el giro que le has hecho al final. Igual te lo robo. - le guiñé un ojo y Dani rió.

- Todo tuyo. - carraspeó y volvió a improvisar un poco en el piano de aquel vestíbulo. - Espero que me mandes uno firmado cuando lo saques. - yo asentí con una sonrisa sincera y él se dio por satisfecho.

Eran casi las tres de la tarde. Luis seguía durmiendo a pierna suelta yo dejé la habitación. La verdad es que debíamos dejar de llegar de madrugada y a medio vestir, que no se sabía si la ropa nos la habíamos quitado antes o después de atravesar el marco de la puerta, dejar de despertar enredados en sábanas y durmiendo con más que la barriga sin tapar.

El taxi nos había dejado en el hotel cerca de las ocho de la mañana y, independientemente de lo que me hubiera gustado a mí seguir durmiendo, los pasos del grupo universitario que se hospedaba en nuestra misma planta decidieron que las dos de la tarde era una buena hora para levantarse. Con razón.

- ¿Me acompañas a fumar un cigarro? – me preguntó Dani mientras se ponía la chaqueta. Yo asentí e hice lo mismo.

Dani llevaba conmigo toda la tarde. Había bajado a por algo de comer nada más despertarme, me rugían las tripas. Era de esperar que el comedor estuviera cerrado, pero yo quise darle una oportunidad. Me acompañó a por algo que llevarme a la boca al supermercado de abajo y compartimos una pequeña merienda sentados en la nieve. Era un chico muy agradable, con una mirada que inspiraba cercanía y había conseguido que, a pesar del dolor de cabeza con el que me había despertado, me riera constantemente.

Abrió la puerta del hotel con un chirrido. La sensación del frío del ambiente golpeando la piel de mi rostro empezaba a relacionarlo con la libertad. Respirar aire fresco y a baja temperatura siempre da la senación de entrar más limpio y hondo en los pulmones. Es una sensación agradable.

Caminamos unos minutos en silencio por la explanada de delante del hotel y el demoró unos segundos en sacar la cajetilla del bolsillo de su chaqueta y colocar un cigarrillo entre sus labios. Yo hundí un poco más la cabeza en el poco cuello de mi abrigo lo suficiente como para no coger frío en la garganta.

- Hace fresco hoy. – dijo temblando un poco.

- Como todos los días. – respondí cruzándome de brazos para mantener el poco calor que emitía mi cuerpo. Él rió mientras buscaba el mechero por todos los compartimentos de su ropa. Rodó los ojos después de varios segundos de búsqueda sin éxito.

- Alguna vez... - se tomó un segundo para encender el pitillo finalmente. – Sé que no viene mucho a tema. – carraspea. – ¿Alguna vez has sentido que una persona no está con quien debe estar? – alcé una ceja confusa.

- ¿Y eso a qué viene? – pregunté. Él me miró por unos segundos y ladeó la cabeza con una sonrisa sarcástica.

- Respóndeme. – se acercó exhalando el humo tanto por la nariz como por la boca. Eso también lo hacía mucho Luis.

- Sí. Pero ya hace mucho tiempo de eso. – respondo sin dar demasiada importancia al asunto.

- ¿Contigo misma? - asentí nerviosa, me miraba demasiado fijamente. Tragué saliva y él pareció notarlo al dibujar una sonrisa confiada en el rostro.

Sin LuzWhere stories live. Discover now