20. Eleganza

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Habíamos salido muy por la mañana. Así lo exigía la duración del viaje, casi ocho horas. Pasaríamos diez días en los Pirineos orientales. Él condujo hasta Zaragoza haciendo una pequeña parada para desayunar, yo hasta tarragona y finalmente, Luis volvió a coger el volante hasta el hotel donde había reservado.

- Es una pasada. - afirmé al ver a lo lejos el lugar donde nos alojaríamos los siguientes diez días.

Luis asentía mientras sacaba las maletas del maletero.

Habíamos aparcado en una pequeña zona pavimentada y despejada de nieve que estaba a unos metros del hotel. Ya no había cobertura en el móvil y el enorme plumífero que llevaba puesto empezaba a no cubrirme del todo del frío.

El hotel se trataba de una gran cabaña de madera. Tenía solo dos pisos, pero por su gran tamaño estaba segura de que en cada uno de ellos habría un montón de habitaciones. Estaba situada al final de la colina que ahora nos encontrábamos subiendo. Los escalones apenas estaban despejados porque no paraba de nevar.

Subí el último bordillo hasta el pequeño porche de la cabaña y dejé la maleta por fin sobre el suelo con un suspiro de cansancio. Luis ponía el pie en el primer escalón resbalándose y aterrizando sobre una montaña de nieve. Yo estallé en carcajadas.

- Deja de reírte y ayúdame a levantarme. - gritó él entre risas mientras se hundía aún más en la nieve al intentar salir. Me acerqué y le tendí el brazo para ayudarlo a incorporarse. Luis envolvió mi antebrazo con su mano y tiró de mí hacia él haciendo que aterrizase a medias entre la nieve y su cuerpo.

- Luiiiis - me quejé golpeándolo e intentando salir de la trampa en la que había caído. - Eres un tonto, de verdad.

Él consiguió salir finalmente y mientras yo le daba la espalda sacundiéndome un poco la nieve de la ropa, pasó sus brazos por debajo de los míos juntándolos delante de mi barriga, apoyó su cabeza en mi hombro y después la inclinó levemente para dejar un beso en mi hombro.

- Te quiero. - susurró.

Y dejándome allí parada mordiéndome el labio casi hasta notar el sabor a metal, cogió ambas maletas y las llevó al interior del lugar.

La recepción era bastante grande, toda iluminada en un tono cálido que le daba un aspecto acogedor. Cerca del mostrador había varios sofás, parecía una zona de descanso. Al final de aquella estancia, un piano de cola que debían utilizar en los espectáculos de las noches y una pequeña barra de madera.

Luis terminó de hablar con el chico joven de barba que atendía la recepción y me tendió una llave. Yo la agarré y me la guardé en el bolsillo mientras arrastraba las maletas hasta el ascensor.

- Menos mal que tienen un ascensor para tener el hotel adaptado, sino las iba a pasar negras para llevar las maletas por las escaleras. - suspiró y pulsó el botón con el número tres.

- Eres un quejica. - reí antes de que cerraran las puertas de metal.

- Quizás. - respondió con suficiencia.

Frenó delantede la habitación una vez salimos del ascensor y esperó a que sacara las llaves para abrir la puerta. Esta cedió al golpe seco que di con la muñeca y se abrió ante mí.

- Te he dejado la habitación grande. - me giré al oírlo.

- ¿No dormimos juntos? - pregunté mientras cogía la maleta que me tendía.

- Pensé que querrías espacio. - él se rascó la cabeza y yo asentí. - Si quieres podemos irnos ahora a dormir un par de horas y salir a dar una vuelta por la noche. ¿Nos vemos a las nueve para cenar? - asentí y él se dio por satisfecho.

Sin LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora