15. Su novia

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Aitana

- Se despertará aún en unas horas. Está estable, pero no se permiten las visitas que no sean de familiares. Está todavía en observación.

- ¿Solo familiares? - pregunté con un hilo de voz.

- Lo siento. Es lo que marca el médico. A primera hora de mañana ya se podrá visitar. Mi recomendación sería que te marcharas a casa unas horas y volvieras si quieres. Hemos estado loc...

- ¿Eres Aitana Ocaña? - preguntó el médico interrumpiendo a la enfermera. Yo asentí. - Acaban de decirme que es tu número el que está marcado como teléfono de contacto en caso de emergencia. - me comentó buscando una confirmación por mi parte. La afirmación me había sorprendido, pero no era el momento de mostrar desconcierto. Puse la mejor cara de seguridad que se me ocurría y respondí.

- S-soy su novia.

- Bueno, en ese caso. Es considerado familia. - habló mirando a la enfermera que levantaba una ceja después de que el médico hubiera evidenciado un equivoco que ni existía ni era culpa suya en realidad. La enfermera se hizo a un lado y se giró camino a otra habitación.

- Disculpa. - me llamó. - Si vas a pasar la noche, hay algunas mantas en recepción. Solo pídelas.- Habló con delicadeza. Asentí y abrí la puerta con cuidado.

Entré sin respiración. El ambiente se sentía cargado y la habitación estaba a una temperatura más alta. Le miré preocupada. Seguía entubado, su aspecto era deplorable contrastando con la calma que mostraba su rostro fruto de la anestesia y la morfina.

- Hola. - saludé a la nada. Tomé asiento en la silla que había al lado de la camilla y lo observé por unos segundos.

Respiraba tranquilo, por una parte ajeno a todo lo que pasaba. Lo único que interrumpía el silencio de la habitación era el irritante pitido de la máquina que medía su ritmo cardíaco. Examiné su mano izquierda, con algunas heridas en los nudillos y la pinza en el dedo anular que lo conectaba con aquel horrible aparato. Dejé mi mano apoyada cerca de la suya y tanteé el terreno con pequeños roces antes de agarrarla finalmente. Luis nunca tenía las manos calientes, pero esta vez parecía una excepción.

- Luis... - pensé un momento en todo lo que colapsaba mi pensamiento y suspiré. - Ya sé que no me oyes, pero lo siento muchísimo. Por todo. - acaricié su mano con el pulgar recordando cómo él lo hacía siempre. - Es irónico, ¿no? Es ahora cuando abro la boca. Contigo en el hospital, Roi y Ricky. Estáis todos metidos en esto por mi culpa y tú, tú lo estás desde hace tanto. - intenté no llorar, pero no habiendo nadie aquí, no me contuve demasiado tiempo. - Es que me siento fatal, Luis. - confesé apartando con delicadeza un mechón de su frente. - Y mírame. No tengo ni un puto rasguño. ¡Ni uno! Y yo soy la razón a todo esto, la culpable. Estás así por mi culpa. Roi está así por mi culpa. Ricky está así por mi culpa. ¿Por qué haces todo esto? Tenías que haber dejado que me fuera...

(...)

- Hey, Aiti. Buenos días. - susurró Ana con delicadeza apartando el pelo de mi cara. - ¿Qué tal estás?

- Bien. - bostecé. - ¿Y vosotras? ¿Cómo están Roi y Ricky?

- Ellos están perfectamente. Hemos ido antes a verlos y estaban haciendo la puñeta a los enfermeros. -reí amargamente al imaginarme la imagen.

Mimi se sentó en el sofá que había al fondo de la habitación.

- ¿Él está mejor? ¿Se ha despertado? - preguntó la rubia. Yo negué con la cabeza y ella le dio un sorbo al café humeante que llevaba en la mano. - Según nos dijo el doctor antes de entrar, debería despertar pronto, ¿no? - dijo buscando confirmación en Ana, que asintió rápidamente.

Antes de que pudiera responder oímos unos golpes en la puerta y, sin haber aún podido hablar para permitir el paso, abrió la puerta sin más.

- Disculpad que os moleste. - habló la enfermera de aquella sección. - Hay como una docena de periodistas a las puertas del hospital.

- ¿Qué? No puede ser. - dijo Mimi acercándose a la ventana. Ana la siguió.

- Joder. Me parece increíble. - se giró hacia la enfermera. - Lo sentimos mucho por las molestias. - ella asintió conforme y dejó la habitación. Supongo que su labor era meramente informativa.

- ¿Creéis que vamos a tener que bajar? - preguntó Mimi.

- Está claro que de ahí no se marchan. - suspiró. - Aiti, tú mejor que no bajes. Te van a comer viva.

Me giré de golpe dejando a Ana un poco sorprendida.

- ¡Dejad de protegerme! -grité. - ¡Soy la única a la que no le ha pasado nada y es todo por mi!

- Hey, hey, hey. - me abrazó la canaria. Me zafé en un primer momento, pero consiguió finalmente aprisionarme contra su cuerpo buscando que me relajara. Mimi miraba la situación con una ceja levantada y daba otro sorbo al café. - No es todo por ti. Es todo por Samons.

- No es cierto. Todo está relacionado conmigo.

- Porque tú estás relacionada con él. - aparté la mirada no demasiado convencida. - Aitana, hasta Luis te lo ha dicho. No es culpa tuya, es culpa de los Samons. Este tipo de gente intenta que te sientas así, que te derrumbes, que vuelvas a ellos considerándote la causa de todo lo que ha pasado. - me dijo frotando mi brazo con cariño. Mimi se levantó para darme un beso en la mejilla.

- Voy a bajar. No es por los periodistas, pero Amaia me acaba de avisar de que está de camino. - dijo mirando en su teléfono. - "Graciela ya ha ido a recoger a Aiti" "Dios qué horror, espero que Cepe esté bien" "Madre mía" "También espero que el resto estéis bien eh" "Joder" "Voy de camino" "No sé cuanto tardaré" "Quizás..." "No, no sé" "Que horror por favor" "Lo siento" - reprodujo imitando su voz. Una pequeña sonrisa asomó en mi cara. - Lo mejor es que lo ha escrito todo en un minuto. - rió un poco la rubia antes de salir de la habitación.

Tras unos segundos de silencio, Ana se levantó de mi lado y tomó asiento donde estaba la rubia antes quedando frente a frente.

- ¿Te han dicho algo?

- ¿Sobre qué? - Ana señaló la camilla con la cabeza. - Ah, que está estable. A no ser que pasara algo, está fuera de peligro.

- Qué bien, ¿no? - asentí sonriendo levemente. -... ¿Y tú como estás? - preguntó con cautela.

Suspiré sonoramente y pasé una mano por mi pelo tirándolo primero atrás y después hacia un lado.

- Me siento fatal Ana. - intenté que no se me rompiera la voz inútilmente.

- Pero por qué. - agarró con las dos manos el taburete con ruedas en el que estaba sentando y lo rodó hasta delante de ella para poder agarrarme las manos.

- Porque no le dije nada. - la voz se me rompió totalmente y empecé a llorar. Ana me abrazó como pudo y apoyó su cabeza en mi abdomen. - Y a él no le importó. Le dije que me iba y no me dejó. Le dije que no participara en esto y no me hizo caso. Y cuando me besó, me aparté.

- Cariño, si no querías besarle, no importa lo que él haya hecho por ti, no debes sentirte obligada a compensarlo. Estoy segura de que Cepeda lo habría hecho igual, te quiere más allá de una pareja.

- Pero es que sí lo quiero. Lo sigo queriendo. - me miró con ternura. - Pero me da miedo. Me da miedo quererle otra vez así, con esa magnitud. Es que... - un movimiento en la camilla me interrumpió y ambas nos giramos viendo como Luis pestañeaba intentando aportar nitidez a su visión y averiguar un poco dónde estaba.

- ¿Cepeda? - lo llamó Ana levantándose hacia la camilla. - ¡Cepeda! - él abrió los ojos del todo y frunció el ceño por las molestias de la luz. Buscó a la dueña de las palabras que lo llamaban y en ese movimiento sus ojos se pararon con los míos deteniéndose ahí.

- Aitana. - así lo dijo. Sin pregunta, sin exclamación. Sin ser un apelativo, sin buscar mi respuesta y sonrió. Como si mi solo nombre le llenase la boca, le tranquilizara el alma, le curara los males, y yo empecé a llorar de nuevo, con una sonrisa en los labios.

Sin LuzKde žijí příběhy. Začni objevovat