Capitulo 3

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Lancé el teléfono al asiento del copiloto y adapté la salida del aire acondicionado para que me fuese directamente a la cara, que tenía acalorada.

Me incorporé de nuevo al tráfico. Me había detenido para leer el mensaje de texto de matt. ¿Cómo podían ponerme tan furiosa apenas 140 caracteres? Me dirigía hacia Greenville. Llevaba a los niños a hacerle una visita de fin de semana a su padre. Maya e Iker, en los asientos traseros, discutían sobre si «la caca del orinal iba al cielo de los peces de colores» y yo, mientras tanto, en el asiento delantero, ardía de ira hacia su padre.

El mensaje de texto decía:

«Llego tarde. Deja a los niños en la oficina».

Por supuesto que llegaba tarde. Por supuesto que consideraba que podía dejar a los niños en la oficina en lugar de llevarlos a su apartamento. Daba igual que su oficina estuviese en el mismísimo centro de Greenville, donde el tráfico era imposible. O que la adúltera pelirroja ocupara el puesto de recepcionista.

Odiaba tener que entrar en el edificio Channel Seven. Estaba seguro de que cada vez que iba, los compañeros de matt me miraban por encima del hombro y murmuraban al teléfono. El encanto de matt les había lavado el cerebro. Parecían creer que sus deslices eran inofensivos, travesuras de niño malo, nada por lo que tener que divorciarse. Había oído que después de aquella fiesta infame habían rebautizado la salita de la fotocopiadora. Ahora se llamaba la Habitación de la Cópula.

Sujeté el volante con más fuerza y me dirigí hacia Greenville. Diecinueve horribles kilómetros más y por fin llegué. Aparqué en la rampa que había cerca de la estación de Channel Seven y telefoneé a matt para que viniera a buscar a los niños. No pensaba entrar ahí.

Hola, guapo —soltó matt al contestar.

Me tragué la primera respuesta, que sabía tan mal como habría sonado y le dije:

—Se supone que no debes llamarme así.

Lo sé, pero eres tan guapo que no puedo evitarlo.

—Pues inténtalo. ¿Te acuerdas de que ahora estamos divorciados?

Soltó una risita sin gracia, como la de un asesino en serie cuando está maquinando su plan y preguntó:

— ¿Cómo podría olvidarlo? Pienso en ello cada vez que tengo que pagar la exorbitante letra de la hipoteca de una casa a la que no me está permitido entrar y en la que tú tampoco vives.

—Quizás deberías haber pensado en ello antes de tirarte a la chica del tiempo.

matt se quedó en silencio un momento, como si estuviera pensando en ello y contestó:

Yo nunca me he tirado a la chica del tiempo.

Hice una profunda aspiración y deseé poder borrarle de mi memoria al exhalar el aire.

—Da igual, estamos aquí, así que sal y recoge a los niños.

— ¿Estás aquí? ¡Fantástico! Tráelos.

En su voz había un entusiasmo genuino que logró suavizar mi rabia.

—No, sal tú y recógelos.

A pesar de la hostilidad que dominaba nuestra relación, matt seguía siendo muy persuasivo. Si bajaba un solo centímetro la guardia, en un abrir y cerrar de ojos me convencería para que le hiciera la cena y un masaje en los pies, mucho antes de que lanzara un «Que te den, cabrón».

Estoy esperando una llamada. Por favor, ¿puedes venir tú? — lloriqueó.

Su tono de voz me confirmó que estaba mintiendo. De hecho, sabía que estaba mintiendo porque estaba hablando.

Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora