Capitulo 7

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—Jordán, esta es Stiles; Stiles, este es Jordán —nos presentó Scott cuando nos reunimos en Marigold Lane para almorzar juntos en un pequeño y encantador bistró. El tiempo se había detenido en Bell Harbor, pero entre las tiendas de antigüedades y las atracciones para turistas, se podían encontrar algunos rincones con estilo y a la última.

Jordán llevaba el pelo corto y era de color castaño oscura. Y el contraste con sus ojos de un gris brillante hacía que no pudieras esquivarle la mirada. Nos dimos la mano y creí que al hacerlo saltarían chispas, como cuando un motor está pasado de vueltas. En el caso de Jordán era su sensualidad la que estaba pasada de vueltas. Aunque claro lo más seguro es que se heterosexual.

—Stiles, me alegro de conocerte. Scott me ha hablado mucho de ti.

—Solo he contado lo bueno —bromeó Scott.

—Solo hay cosas buenas que contar —dije yo.

—Por favor, siéntate —dijo, y apartó la silla para ofrecerme asiento. ¡Qué caballeroso! Traté de no desviar la atención del asunto negocios, pero interiormente le reproché a Scott que no me hubiera avisado de que su jefe ¡estaba cañón! De pronto me asaltó una idea. A lo mejor ese era el asunto: ¡podía ser que toda esa historia de profesionalizarme como organizador fuera una gran conspiración para que nos conociéramos! Me invadió la rabia. ¿Cómo podía Scott manipularme de ese modo? Y sin embargo, aquel tipo estaba bueno y con mayúsculas.

No tenía interés en ninguna relación romántica, pero era tal placer mirarle que me duró poco el enfado con Scott. Se acercó la camarera y Scott y su jefe pidieron merlot. Yo pedí un Cosmopolitan confiando en parecer... pues eso: cosmopolita. Además, no quería que los dientes se me tiñeran de color morado.

—Háblame de ti, Stiles. —Jordán se inclinó hacia mí y me rozó el brazo.

Me quedé prendido de su penetrante mirada y sentí que un deseo ineludible me invadía. Nunca en mi vida me había sentido tan inmediatamente atraído por alguien. Ni siquiera por Matt. Jordán era deslumbrante. De pronto, el consejo de Allison de que debía aventurarme con un hombre de transición superó las barreras de mi sentido del control. Aquel hombre debía de ser el Solterísimo de Oro.

Mientras esperábamos las bebidas, Jordán me hizo varias preguntas de las cuales solo la mitad tenían que ver con el asunto de la organización profesional. Era evidente que estaba coqueteando y que había sentido la misma conexión. Sentí un hormigueo de la cabeza a los pies. Se inclinó un poco más hacia delante mientras mirábamos la carta:

—Los raviolis de langosta están de muerte.

Estaba tan cerca de mí que su aliento me cosquilleaba en el cuello. Por la abertura de su inmaculada camisa pude verle un pequeño tatuaje en el pecho. En ese instante, ignorando cualquier raciocinio, añadí a mi Cesta de la Compra: tirarse a un tipo sexi con un tatuaje.  Durante el almuerzo hice todo lo posible para deslumbrarlo con ingenio y encanto. Cuando Scott me pellizcaba por debajo de la mesa, bajaba un poco el nivel de coqueteo. Además de hablar de nuestras películas favoritas y de nuestros lugares de ensueño a los que viajar, también conversamos sobre organización y hasta qué punto Jordán consideraba que mi talento podía beneficiar a su marca de diseño.

—Tendrá que haber un periodo de prueba, claro está. Pero tengo un proyecto en la cabeza —explicó Jordán—. Hace poco unos amigos míos fantásticos se han ido a vivir juntos. No necesitan ayuda con la decoración pero, sin duda, necesitan que alguien les ayude a organizar sus cosas. —Se volvió hacia Scott—. Conoces a Owen y Patricia, ¿verdad?

Scott asintió y enarcó una ceja.

— ¿Patricia? ¿Con la que vivías?

—Sí —respondió Jordán entre risas—. Pero eso fue en la universidad. Ahora ha multiplicado las cosas que tiene por diez. Cuando compartíamos el apartamento solo teníamos una cama de matrimonio y una sábana.

Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||Where stories live. Discover now