Capitulo 8

665 60 3
                                    

— ¡Stiles tengo una sorpresa deliciosa para ti! —exclamó melisa al tiempo que entraba en la salita haciendo un exagerado movimiento con sus manos adornadas con anillos. No me emocioné lo más mínimo: las sorpresas de melisa solían implicar brebajes de hierbas que olían a abono en descomposición y sabían aún peor.

—Estoy leyéndoles un cuento a los niños, melisa. ¿Puedes esperar un poco?

Tenía a iker a mi lado, escuchándome solo en parte porque jugaba a la vez con sus camiones. maya, en cambio, atendía cautivada cada una de mis palabras. Leer era su pasatiempo favorito, supongo que como consecuencia de llamarse maya Turner, como la escritora de novelas románticas.

—No puedo esperar. He quedado con Madame Margaret, mi consejera espiritista, para que tengas una sesión con ella —dijo melisa con una enorme sonrisa, como si me estuviera anunciando que acababa de ganar la lotería—. Es maravillosa. Te encantará.

Asió el montón de libros ilustrados y los dejó en el suelo para poder sentarse en el sofá, que emitió un quejido bajo su peso.

—melisa, no necesito una médium. Necesito un contable.

—Oh, chorradas. Los contables solo saben contar. En cambio, Margaret iluminará el camino hacia tus más elevados fines.

No estaba muy seguro de tener elevados fines. Ni siquiera podía con los ejercicios de realización personal de la revista Oprah.

— ¿De verdad crees en esas cosas? —le pregunté.

—Creo en cualquier cosa que ayude a las personas a deshacerse de la energía negativa y focalizarse en la positiva. Y tú, señorito, desbordas energía negativa. Margaret puede darte el empujón que necesitas. Te espera dentro de una hora.

— ¿Y los niños?

—Podemos dejarlos con Anita Parker. Ya se lo he pedido.

No estaba en absoluto de acuerdo con el plan. Lo último que necesitaba era que una gitana chiflada me contase un montón de mentiras sobre ese largo viaje en el que iba a embarcarme o sobre un desconocido alto y misterioso al que iba a conocer. O peor aún, que fuese una verdadera adivina y me explicase que lo único que me deparaba el futuro era mal de amores y soledad. Eso ya lo sabía. Sería mejor recibir consejos de un camarero mientras me servía un gin-tonic. Pero melisa ya había tomado la decisión y eso significaba que iría.

Una hora más tarde estaba sentada en una silla plegable en la Boutique de Madame Margaret. Las polvorientas estanterías de cristal de la tienda estaban adornadas con baratijas místicas y cachivaches de brujería. En el ambiente flotaba suavemente una mezcla de aroma a lavanda y a arena de gato, mientras sonaba el dulce repiqueteo de una música oriental. ¿Qué demonios hacía yo allí?

En la habitación entró una mujer bajita y regordeta, con media melena gris y unas gafas bifocales con la montura roja. Iba vestida con un chándal rosa. Se sentó frente a mí. Su aspecto me sorprendió y, francamente, también me desilusionó un poco. ¿Esa era la adivina? ¿Dónde escondía los velos, el grueso y oscuro lápiz de ojos y los pendientes de aro dorados? ¡Menuda estafa!

—Hola, soy Maggie. —Me sonrió cariñosamente y me dio la mano.

—Hola —dije secamente y con la firme intención de no soltar prenda. Si era adivina, sabría mi nombre.

—Y tú eres Stiles —añadió.

— ¡Sí! —exclamé. Vaya, era buena. Soltó una risa al ver mi reacción y señaló una hoja de papel sobre la mesa: —Tengo tu nombre apuntado aquí, en mi agenda.

—Oh, claro.

Me tendió una baraja de cartas profusamente decoradas y me dijo:

—Barájalas, por favor. No creo que las necesitemos, pero te servirán para calmar los nervios.

Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||Where stories live. Discover now