Capítulo 17

301 43 2
                                    

Capítulo 17

Me levanté de la cama con decisión, con la férrea determinación de demostrar que ejercía un control absoluto sobre mis emociones. Fui al piso de abajo y empecé a limpiar. Hay quien come en momentos de estrés. Yo friego. Cuando melisa y Scott se despertaron, ya había limpiado los baños y fregado el suelo de la cocina, y estaba descolgando las cortinas de la sala para lavarlas.

—Buenos días, cariño —dijo Melisa. El polvo que salía de la tela me hacía estornudar.

— ¿Cuándo fue la última vez que las lavaste?

—No sabía que se podía. ¿Los ganchos no se quedarán atascados en la Lavadora?

—Los ganchos se quitan. ¿Me estás diciendo que no las has lavado nunca?

— ¿Qué más da si tú no lo notas? Estás de mal humor esta mañana. —Me mordí el labio.

—Perdona. Supongo que echo de menos a los niños. —No tenía intención de informarle sobre el descubrimiento de la noche anterior.

Ella se limitó a decir: —Bah, tonterías. Tómate unas hierbas.

Scott se mordió la lengua prudentemente y se dedicó a dibujar croquis hasta que se marchó a ver a un cliente. Ni siquiera tomamos café en el porche, y no porque me preocupara ver a Derek cuando saliera a correr. Seguro que todavía estaba enredado en los brazos de la rubia, y demasiado agotado para el jogging después del ejercicio horizontal.

Me pasé el día dando brillo a todo lo que me cayó en las manos. Y no paré de repetirme a mí misma ni un segundo que no me importaba. No importaba que él ni siquiera telefoneara para contarme más mentiras. Era capaz de superarlo. Al menos Matt me había enseñado eso. Cuando llegaron los niños a la tarde siguiente a última hora, yo estaba eufórico. Los abracé y los besé hasta que Iker protestó:

—Basta de besuqueos, papi. Me haces daño en la cara. —Cuando arropé a maya aquella noche, le leí sus cuentos favoritos.

— ¿Puedo contarte yo un cuento, papi? —Me acurruqué bajo su colcha.

—Claro.

Me enseñó los dibujos de Blancanieves, que adaptó a su propia versión.

Básicamente, Blancanieves y los enanitos eran propietarios de una fábrica de galletas de mucho éxito, pero cuando el Príncipe Encantador aparecía, Blancanieves tenía que decidir si dejaba su profesión y se casaba con él o seguía trabajando.

—Pero ¿no puede seguir trabajando y casarse de todas formas? — pregunté.

—No, boba, porque cuando te casas, tu trabajo es ocuparte del príncipe.

— ¿Quién te ha dicho eso?

—Papá. —Me alteré.

—Esa es la opinión de papá, cariño. Pero papi no está de acuerdo.

Cuando seas mayor, podrás decidir por ti misma si quieres hacer las dos cosas. Depende de ti.

—Yo me casaré con Derek —suspiró. Y me alteré todavía más—, o a lo mejor con Scott. O contigo. ¿Puedo casarme contigo, papi? — Respiré profundamente. Era tan dulce, tan ingenua. No estropearía eso ni por todo el oro del mundo.

—Claro que puedes, cariño. A mí me encantaría casarme contigo. Ahora duérmete.

Apagué la luz, me fui a mi habitación y ya no volví a bajar. Evité a melisa y sus inevitables preguntas sobre dónde estaba Derek. Tampoco había telefoneado a Allison para contárselo. Tenía la sensación de que si no se lo contaba nadie, en realidad no había pasado.

Mi Segunda Primera Vez ||Sterek UA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora