Capítulo 6

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Mi corazón estaba muy agitado, mi cuerpo sudaba, y mi mente revoloteaba por contradicciones lógicas que exasperaban mis estados de ánimos ¿Qué había sucedido en esa caverna? ¿Acaso había viajado en el tiempo o estaba alucinando? Realmente ninguna de mis teorías podía contestar satisfactoriamente mis dudas. Me encontraba en una situación de la que no sabía su verdadera naturaleza; cuando las impresiones tuercen la lógica que se ha edificado en tu mente a lo largo de los años, tu tranquilidad se hace esquiva. Decidí no analizar los pormenores de lo que había sucedido para así evitar la demencia.

Después de la odisea griega, me encontraba tumbado sobre la hierba, respirando agitadamente, con la mirada puesta en el cielo azul, y en el vuelo de los pájaros. Tocaba la grama, arrancaba de vez en cuando porciones de ella, y las lanzaba lo más lejos posible.

Mis síntomas eran extraños, sentía una agonía aguda en mi estómago, acompañada de unas manos heladas y una mirada perdida. Volteaba hacia todos lados intentando conseguir respuestas a mi situación, pero sólo veía escenas calmas y comunes de la naturaleza ¿Cómo era posible que los fenómenos pudieran desarrollarse con total normalidad en ciertas ocasiones y en otras no? ¿Dónde estaba metido yo, para que la lógica virara de estas formas?

Decidí caminar y colocar mi atención en los eventos del presente: las hormigas trabajando, el movimiento de las hojas de los árboles, el vuelo de las aves, el colorido de las flores; sus fragancias. El celeste del cielo, la blancura esponjosa de las nubes, su pasividad y formas...

Me concentré en mi respiración, que poco a poco se normalizaba; en el movimiento de mis párpados, en la sensación de los labios cerrados, en el tacto de mi lengua apoyada en mi paladar. Con este ejercicio mental me calmé, logré la estabilidad necesaria para alcanzar la lucidez e idear con ecuanimidad, las estrategias a seguir para las futuras adversidades.

Primero conjeturé vivir conscientemente el presente, captando las impresiones que se me daban sin intentar enjuiciarlas. Luego, retomé la meta de encontrar a la dama nórdica, y preguntarle su nombre, que tanta incertidumbre me ocasionaba. También decidí dejar atrás mi pasado y mi ansiedad; para ello me recosté en el tronco de un árbol, respiré profundamente, cerré mis ojos, y capté o intenté hacerlo, esa mancha que se ve cuando los párpados cubren la mirada.

Intenté sólo ver esa negrura que con el sol se torna anaranjada. Todos deben saber a qué me refiero, sólo basta cerrar los ojos y ver lo que se ve. A cada oportunidad que mi imaginación comenzaba a crear imágenes, rápidamente volvía a poner atención a la impresión de los ojos cerrados. Así lo hice continuamente, hasta que mi estado mental se fue calmando más y más.

De pronto, me vino una idea irrefutable, no importa cuál sea tu momento, etapa o situación de la vida, siempre estarás acompañado por la impresión de los ojos cerrados. Podrás perder a muchas personas o facultades, pero siempre te acompañará esta impresión. Siendo así, quizás siempre tendría el consuelo de ver lo que los ojos ven cuando los párpados se clausuran.

Después de llegar a esta resolución, me levanté y continúe mi viaje entre una floresta muy odorífica y grata a la vista.

En un punto, los arbustos se hacían espesos, por lo que el transitar era complicado. Con mayor esfuerzo y sintiendo mis cuádriceps trabajar, fui apartando las plantas con mis brazos, hasta que llegué a una celosía de color blanco marfil, con un paredón rocoso y grisáceo. Al parecer era la entrada a una casa, a una quinta, una mansión; no lo sé.

Pensé en acercarme y tocar la puerta con la intención de obtener ayuda e información de dónde me encontraba. Y así lo hice, fui caminando paso a paso, sigilosamente, para no exasperar los ánimos de los residentes, hasta estar justo al frente de la celosía. Una vez allí, vislumbré que el enrejado estaba un poco abierto, por lo que decidí entrar.

Camino de uno mismoWhere stories live. Discover now