Capítulo 9

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Intenté zafarme de la dama, saliendo por la puerta principal, donde se suponía estaba mi guardián con los sentidos aguzados y a la expectativa de cualquier percepción que le diera permiso para arremeter en mi contra. Quizás si yo hubiese sabido las costumbres de estas personas, nunca habría escrito ese poema; casarme con Alina en contra de mi voluntad y someterme a una serie de pruebas desquiciadas, no era lo que había tenido en mente cuando decidí declararle mi amor. Yo vengo de otra época, donde el matrimonio debe estar precedido por citas y el noviazgo, eventos tan importantes para determinar hasta dónde se quiere llegar en una relación de amor.

Si juzgamos objetivamente, es preciso que la reflexión acompañe al amor, para poder esclarecer bien qué se siente y a dónde se quiere llegar con la persona amada. A veces, sentir sólo amor, no es suficiente, las relaciones son más complejas que el ser amantes, esa persona es tu acompañante, amiga, consejera, ayudante, y muchas cosas más, que si las enumero se me agotarían las líneas y las energías.

Bien, abrí el picaporte, de una forma osada, pues no sabría que sería peor, intentar calmar la excitación de Ruxandra o enfrentar al colérico guardián. Toqué lentamente la perilla, y la fui moviendo con mucha calma ante la mirada amenazante de la joven mujer, quien se estremecía con el pasar de los segundos por mi osadía. Al abrir la puerta, vi al guardián tumbado entre sus glúteos, con las piernas estiradas y su horripilante cara de fantochr, descansando en un sueño profundo. Esto me llevó a considerar un elemento, un pequeño objeto que había visto en el aparador, justo al lado de la puerta, un pañuelo blanco y humedecido con una sustancia de olor extraño.

Reflexioné el evento con toda mi agudeza, y concluí que ese hombre jamás se habría detenido en su tarea ni por un instante. Él había luchado en numerosas guerras, donde no había podido dormir ni comer durante días, era conocido como Alfredo el extranjero del sueño perdido, porque no dormía durante días, y mucho menos ante tal encomienda. Lo extraño era que aún sin dormir, mantenía intacta la vitalidad y la lucidez, por lo que concluí que su sueño se trataba de un sortilegio de mi captora.

Me arrojé rápidamente hacia el pañuelo, pero ya Ruxandra lo tenía entre sus manos. Si por alguna razón fracasaba en mi empresa, y ella tomase ese trapo para mandarme al sueño, haría conmigo lo que quisiera, por tal motivo no podía fallar, no podía traicionar a mi Alina. Pero era una situación extrema, porque si me arrojaba hacia ella y usaba mi fuerza para arrebatarle el pañuelo, ella podría gritar en auxilio, y en el forcejeo, los demás habrían de intuir que yo intentaba tomarla como mujer o lastimarla.

Otra opción era que me durmiera en la lucha y me tomara como suyo, o quizás tendría que abandonar todo intento de arrebatarle aquel objeto y salir corriendo de la habitación. Sin embargo, ella podría gritar de igual forma y acusarme de huir luego de hacerle el amor.

Estaba en una situación muy apremiante, cualquier camino o método de acción llevaría a mi caída. Claro había otra opción, satisfacer sus deseos, pero de igual manera ella podría gritar en el momento del acto sexual y acusarme. Yo no sabía si su única intención era acusarme de infiel a como diera lugar, o acostarse conmigo para luego mantenerme chantajeado por el resto de mis días, y tener como su títere al portador de la Corona de las Tres Puntas, al soberano del reino, al poder ejecutivo a su placer, entre sus piernas, a su voluntad y deseos.

No importa cuál escogiera, todas me llevarían a mi perdición; ella me tenía, tenía mi vida y mi bienestar en sus manos. La decisión era mía, pero las opciones las gobernaba ella.

Decidí hablarle, pues siempre he sabido que en la comunicación es donde está el entendimiento y en éste ultimo la solución

· Yo: Ruxandra ¿qué es lo que pretendes?

Camino de uno mismoWhere stories live. Discover now