Capítulo 20. |El diario de Amelia.

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Aaron.

Todo ha pasado tan rápido que aún no logro entender cómo hemos aceptado a qué la mujer del Tiburón Mayor supuestamente esté de nuestro lado. Peyton dice que ha tomado esta decisión por asuntos personales entre ella y Gregory, pero aún así yo no me confío lo suficiente de ella. De que ya no está interesada en él, puede ser verdad, ya que habla con cierto desprecio cuando se refiere a él, ahora lo que necesito tener lo bastante claro, es que de verdad va a ayudarnos a destruirlo. Por eso, por alguna razón justificable, hemos decidido dejarla en el almacén para tenerla fuertemente vigilada. Al principio parecía buena idea, pero ahora Leah está aquí, y no sé si le agradará.

Recuerdos de la noche anterior invaden mi cabeza. No puedo explicar lo que sentí al creer que podíamos encontrar a Gregory en aquel lugar, y aunque dudé hasta el último segundo de Peyton, estaba claro que el Tiburón Mayor estuvo allí. Llegamos en menos de una hora a aquel lugar. Se encontraba algo alejado de la ciudad, entre árboles grandes y caminos de tierra, parecía un bosque y el lugar era una cabaña abandonada pero que al parecer condicionaron para mantenerse allí. Entramos siendo muy cautelosos pero desde fuera se podía ver que la cabaña no estaba habitada por nadie. De inmediato nos pusimos a indagar y de lo primero que nos dimos cuenta es del olor a marihuana y un sin fin de colillas de cigarrillos esparcidas por todo el suelo. Aparatos clínicos junto a una camilla donde parece aún necesita cuidados el imbecil aquel.

En definitiva habían estado allí y al parecer Peyton terminó pasando la primera prueba. Suelto un suspiro y camino de un lado al otro bajo la atenta mirada de Alexander que me observa divertido. Idiota, se está burlando de mí y de mis nervios porque Leah y Peyton se encuentran encerradas en aquella habitación diciéndose quien sabe qué cosas. Él se cruza de brazos con su cara de burla y yo me detengo a mirarlo de mala manera.

—¿Se puede saber que te causa tanta gracia?—Le pregunto con mal humor.

Él ríe.

—Pues todo tú Halcón, estás algo inquieto desde que Leah entró a hablar con Peyton.

Niego.

—Entiéndeme. Leah va a entrar a la pandilla y ahora está Peyton, solo no quiero que la Chaparra cambie de opinión.

—Quien te entiende Aaron, si al principio no querías ni de broma aceptar que Leah entrara a la pandilla.

Lo miro.

—Pues ya me hice a la idea de tenerla entre nosotros, sólo quiero tener la oportunidad de tenerla cerca siempre, me conformo con sólo aquello.

Él baja la guardia.

—¿La sigues amando verdad?

Lo miro con el ceño fruncido.

—Que pregunta más tonta, Peterson.—Suspiro.—Por supuesto que la amo, cada día un poco más si es posible.

—¿Entonces por qué ambos andan perdiendo el tiempo? Los veo jugando un juego muy peligroso, deberían darse cuenta que el tiempo que están perdiendo separados pueden pasarlo estando juntos.

—No voy a hacer nada Alexander, lo intenté todo, y Leah no hacía otra cosa que reprocharme lo que soy a cada instante.

—Déjame decirte algo Aaron. La misión de Peyton con nosotros no sólo será vengarse de Gregory y su gente, siento que su presencia va a motivar más a Leah, porque no es un secreto que traes loquita a la mujer del Tiburón Mayor.

Ruedo los ojos.

—Deja de decir tonterías, Peterson.

—No son tonterías, llévate de mí, de alguna u otra manera eso motivará a Leah a conquistarte de nuevo. Por cierto, allí vienen las dos.

Mi Salvación #2Onde histórias criam vida. Descubra agora